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14 de abril de 2017

"Sin una vocación clara no se puede llevar una vida como la mía"


Aunque el domicilio oficial de Myriam Seco (Sevilla, 1967) está en El Cairo, en Sevilla conserva un apartamento embutido en la laberíntica y amplia casa paterna, una especie de museo de antigüedades que deja claro que pertenece a una larga y fructífera saga de orfebres hispalenses: los Seco Velasco. Allí, aprovechando una de sus periódicas visitas a la ciudad, le hacemos esta entrevista acompañados por uno de los muchos perros que habitan el domicilio. Mujer de fuerte vocación y voluntad férrea, Myriam Seco tuvo que abandonar Sevilla tras licenciarse en Historia Antigua para poder consumar su sueño de ser egiptóloga.

No fue fácil. Después de doctorarse en la Universidad de Tubinga tuvo que fatigar en numerosos yacimientos hasta que, finalmente, pudo tener un proyecto propio de envergadura: la excavación del templo de Tutmosis III, en Lúxor, que cumplirá una década el próximo año. Con anterioridad también saltó a los titulares por el descubrimiento y excavación de un pecio fenicio en las costas del Líbano.

-En la Europa decimonónica se inició una larga tradición de mujeres orientalistas, especialmente en Francia e Inglaterra. Viajeras e investigadoras como Mary Montagu, Jane Digby, Freya Starko la propia Agatha Christie. ¿Se siente usted de alguna manera continuadora de esa tradición?

-Uno de los principales motores de mi vocación fueron las ganas de viajar. Con esas mujeres de las que usted habla tengo en común las ganas de descubrir, la curiosidad por conocer lugares y culturas nuevas, por investigar... Eso es imprescindible para llevar mi estilo de vida. Llevo ya 19 años viviendo en Egipto, pero viajando continuamente a Alemania, España... Disfruté muchísimo cuando hicimos la película Imax Los misterios del Nilo, porque fueron tres meses recorriendo Etiopía, Sudán...

-No para...

-No, no paro. Estoy tres meses de campaña en Lúxor con el proyecto del templo de Tutmosis III; cuatro meses en el Cairo, que es donde tengo mi residencia; otros cuatro meses en España dando clases y conferencias en Granada, Barcelona, León; y todos los años paso el mes de agosto en Alemania, en la Universidad de Tubinga, con la que tengo un convenio de colaboración y en la que estuve tres años estudiando Egiptología. Allí tengo a dos estudiantes de Granada haciendo tesis doctorales sobre los materiales que estamos sacando de la excavación.

-¿Y Sevilla, que es su ciudad natal y en cuya universidad se licenció en Historia Antigua?

-Precisamente, ahora estamos firmando un convenio con la Universidad de Sevilla para que sus estudiantes puedan trabajar con nosotros en Lúxor entre septiembre y diciembre.

-En Sevilla no existe la disciplina de Egiptología, pero hubo un profesor, Francisco J. Presedo, al que se deben algunas vocaciones.

-El que estimuló mi vocación por la arqueología y oriente fue mi padre, el orfebre Manuel Seco, que siempre nos vinculó a la historia, a los objetos...

-¿Y Presedo?

-Cuando yo entré en la facultad no tenía claro si me quería dedicar a Mesopotamia o a Egipto, pero desde la primera clase que me dio Presedo no tuve ya más dudas. Cuando fui a su despacho para decirle que quería dedicarme a la Egiptología me dijo: "Aprenda usted inglés, francés y alemán y luego venga a hablar conmigo". Ahora, en España hay más oferta, pero la gran mayoría de los egiptólogos de mi edad nos hemos formado en el extranjero.

-La Universidad de Tubinga fue decisiva en su formación y en su vida. Allí se doctoró con la tesis Representaciones de niños en las tumbas privadas de Tebas durante la XVIII dinastía en Egipto.

-El sistema universitario alemán es maravilloso. Tienes acceso a todo, te organizas tu propia carrera... Hay muy pocos exámenes, a mitad y a final de carrera, y puedes dedicar el tiempo a prepararte, a viajar... sin la presión de tener que acabar la carrera en cinco años.

-En su vida ha sido muy importante la persecución de la vocación. En España no se insiste mucho en este aspecto, se busca más lo práctico, sin pensar en la felicidad futura que puede proporcionar el ver consumada una vocación.

-Es que sin vocación clara no se puede tener una vida como la mía. Las excavaciones son muy duras y buscarse un hueco en el mundo profesional no es fácil. A mí me costó bastante y pasé dos años de pesadilla buscando trabajo sin encontrarlo. Fue cuando decidí echar el currículum a todas las misiones arqueológicas que tenían los americanos en Egipto y me contestó sólo una que, además, era de arqueología submarina, sobre la que no tenía ninguna experiencia: tres meses excavando en el Mar Rojo. Me fui y, a partir de ahí, empecé a empalmar una cosa con otra. Del 98 al 2008 trabajé en todo lo que me salía: dos meses aquí, tres allí... Algo inaguantable si no tienes pasión. Ahora, por fin, he podido montar mi proyecto, tener mi investigación y mi equipo...

-Se refiere, evidentemente, a la excavación del templo de Tutmosis III, que está en Lúxor... ¿Quién era ese personaje?

-Tutmosis III fue uno de los faraones más importantes que tuvo Egipto, el sexto de la XVIII dinastía (sobre 1.400 a. C). Pese a que es un personaje muy conocido, todavía existen muchas lagunas sobre él y este proyecto es, por tanto, muy importante. Aunque se hicieron algunas excavaciones, el yacimiento estaba abandonado desde los años 30 y completamente cubierto por la arena. Decidí montar el proyecto en 2006 y me puse a buscar los permisos y los patrocinadores -el primero fue Cepsa-. En 2008 comenzamos por fin a trabajar. Nunca me hubiera imaginado que iba a dar tan buenos resultados. Se ha convertido en uno de los proyectos más importantes de Egipto, con muchísimas novedades. No sólo tenemos el templo, sino una necrópolis debajo que es algo anterior, del Reino Medio. Ahora, también hemos empezado a encontrar tumbas posteriores al templo. Tenemos 1.000 años de historia en el mismo espacio y podemos mantener varías vías de investigación.

-¿Por qué fue tan importante Tutmosis III?

-Puso las bases de lo que luego sería el auge del Imperio Nuevo. Con él, las fronteras de Egipto alcanzaron su máxima expansión: Siria, Nubia... Fue un gran guerrero y los periodistas lo llaman el Napoleón egipcio. Después vendría Ramsés, pero el que puso las bases fue Tutmosis III. Aunque el templo está completamente en ruinas, se conservan relieves de los que podemos sacar información muy valiosa, como los de los patios, que se refieren a la biografía del faraón.

-Dígame algún descubrimiento en esta excavación que le satisfaga especialmente.

-En 2011, en una de las esquinas del patio, vimos una ocupación de la época de Ramsés II, la capilla y la casa de un sacerdote llamado Jonsu dedicado al culto de Tutmosis III, lo cual nos está indicando que, al menos una parte del templo, seguía activa en época ramésida.

-Usted dirige el proyecto, ¿pero con cuántos colaboradores cuenta?

-Este año seremos cuarenta y cinco especialistas. El principal patrocinador es la Fundación Botín, pero también nos financian Cajasol (que empezó el año pasado), Cemex y Santander-Universidades. En la base de datos actual tenemos unas 16.000 piezas que hay que analizar.

-Una labor ingente...

-Sí, queda mucho por hacer.

-Llevan trabajando ya nueve años, ¿cuánto tiempo más hará falta?

-Pienso que, al menos, otros siete. Queremos hacer también un proyecto de musealización del yacimiento para hacerlo visitable.

-La revista Luxor Times calificó un descubrimiento suyo como uno de los más importantes de 2016.


-Sí, fue el cartonaje de la tumba de un servidor de la casa real llamado Amen Ir Nef y que vivió entre los siglos XI y X antes de Cristo. Su descubrimiento tuvo una gran repercusión mediática.

-¿Dónde lo encontró?

-En el exterior del muro perimetral sur del templo, en un edificio administrativo en el que encontramos un pequeño pozo funerario con un sarcófago completamente comido por las termitas que, sin embargo, conservaba en buen estado un cartonaje precioso y con un colorido espectacular. Ahí está escrito el nombre del personaje, quién era, sus dioses protectores...

-¿Y más allá de su valor histórico, dígame alguna pieza que haya descubierto y a la que le tenga estima por su belleza?

-Las joyas que encontramos en una tumba de la XII Dinastía, anterior a la construcción del templo. De oro eran un colgante con forma de concha y una pulsera con el nudo de rizo; de plata, unas tobilleras también con nudo de rizo. Pertenecieron a una mujer muy joven, de unos 24 años. Nunca imaginé que me iba a encontrar un ajuar con joyas de oro. Para mí, que pertenezco a una familia de orfebres, fue muy bonito encontrarlo. Ahora mismo está expuesto en el Museo de Lúxor, junto a los dinteles del Sacerdote Jonsu, que además de muy bellos tienen una valiosa información histórica.

-Anteriormente a sus trabajos en el templo de Tutmosis III tuvo mucha fama un proyecto que dirigió y que supuso el descubrimiento de un pecio fenicio en las costas de Tiro, en el Líbano.


-Eso fue entre 2006 y 2011. Fui allí con otros arqueólogos franceses a hacer una cartografía y nos enteramos de que estaban robando un pecio de esculturas de terracota. Decidí montar un proyecto que financió Cajasol.

-¿Y qué salió de aquella excavación?

-Más de doscientas estatuas de terracota, de entre diez y cuarenta centrímetos, que representaban cosas muy diversas: fertilidad, guerreros... Estas estatuas eran muy comunes en todo el Mediterráneo oriental y eran para uso doméstico o para ex votos en los templos. Debían pertenecer a una fábrica que había en Tiro. El barco parece que salía del puerto cuando se hundió.

-Su domicilio está en El Cairo, ¿cómo es la ciudad?

-A mí me encanta, pero suele cansar. Tiene mucha polución, ruido... Se vive muy intensamente. Estoy allí unos cuatro meses, pero creo que todo el año me agobiaría. Es importante porque es el centro de la egiptología, allí es donde te encuentras a los arqueólogos. Hay que estar allí.

-¿Cómo vivió la Primavera Árabe?

-Eso fue bastante triste y peligroso... Había mucha incertidumbre. No sabíamos si iba a acabar en guerra civil. Ahora mismo hay una crisis espantosa, con muchos problemas económicos, aunque el turismo empieza poco a poco a regresar. De todas maneras, nunca he sentido el peligro en el Cairo como en el Líbano.

-También trabajó en la excavación del Faro de Alejandría, una de las Siete Maravillas de la Antigüedad.


-Lo construyó Ptolomeo II, en el siglo III. a.C., y tenía unas estatuas colosales que se encontraron en el mar. Precisamente, la escultura de Ptolomeo II se encuentra actualmente en las puertas de la biblioteca de Alejandría. El faro lo destruyó un terremoto y todos los bloques están esparcidos por el mar. La excavación en la que yo participé estudiaba estos bloques, además de sacar algunas piezas importantes. Los ptolomeos habían traído de las ruinas de la antigua Heliópolis obeliscos, esfinges y todo tipo de piezas para embellecer Alejandría.

-¿Cuáles son las grandes incógnitas que quedan por saber del Egipto antiguo?

-Muchísimas. La prueba está en que cualquier misión arqueológica empieza a descubrir cosas a las dos semanas del inicio. El patrimonio de Egipto es inmenso, inagotable... Queda mucho por descubrir. Todavía hay que trabajar mucho en el Delta, el Mar Rojo, el propio Nilo... Hay campos infinitos.

-¿Y a usted, qué proyecto le gustaría acometer una vez que finalice con el proyecto del templo de Tutmosis III?

-Me gustaría volver a la arqueología subacuática, que ahora mismo la tengo abandonada. En cualquier caso, montar otro proyecto de excavación.

Artículo: Luis Sánchez-Moliní.

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