Novedades editoriales

12 de octubre de 2020

La búsqueda española de Amenhotep Huy, el visir rebelde que se enfrentó al faraón Akenatón


«Egipto manda, tiene algo especial». El arqueólogo Francisco Martín Valentín ha quedado atrapado sin remedio en las redes de la increíble fascinación que esta antigua civilización ejerce todavía sobre nosotros. Esa que le ha llevado a realizar excavaciones en la tierra de los faraones durante veinte años («casi, casi una vida», explica). Ni él ni su equipo del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, codirigido por la también arqueóloga Teresa Bedman, han faltado ningún año a la cita con la arena del desierto, ni siquiera durante la revolución de 2011. «Éramos los únicos en la toda la necrópolis y por la noche escuchábamos los disparos», narra Valentín.

La pandemia no ha tenido nada que hacer tampoco en la presente temporada y los investigadores han volado de nuevo hasta Luxor desafiando al coronavirus. Lo han encontrado «muy vacío; no hay apenas turistas, ni tan siquiera el habitual lío de coches, calesas, gente... Nada de nada. Los barcos..., todos apagados y vacíos. Ayer pasamos por el zoco que siempre es un hervidero de gente…, y está casi todo cerrado, y eso da mucha pena. Llevo muchos años aquí excavando y he visto muchas crisis, pero como esta no, nunca», relata Bedman.

De ahí que júbilo sea la palabra que Valentín escoge para definir lo que han percibido cuando comenzaron a llamar al equipo local para empezar con los preparativos. «Nuestra misión ha caído como agua en el desierto», señala. Y no parece que vaya a haber muchas más. «De momento, sólo sé que hay una expedición más trabajando, y que el resto irán llegando, supongo. Va a ser un año muy complicado, aún hay muchos países que tienen sus espacios aéreos cerrados o no aconsejan viajar. Además, demás no se han podido dar clases y el dinero es escaso», apunta la científica.

Gracias a una infalible mezcla de tesón, buen trabajo y «baraka» (una especie de bendición en el islam), ambos han vuelto a establecer su centro de operaciones en la necrópolis tebana hasta diciembre. Allí les espera, como cada año desde 2009, la tumba del visir Amenhotep Huy, gobernador en la época del faraón Amenhotep III (1360-1353 a. C., conocido también como Amenofis). En la historia de cómo la eligieron («o ella a nosotros, no sabemos», coinciden) vuelve a sobrevolar el hechizo de la civilización que floreció a orillas del Nilo.

«Estábamos terminando la tumba del arquitecto artífice del templo de Hatshepsut, uno de los más hermosos de Egipto. A quinientos metros se encontraba ésta, casi inédita», relata el egiptólogo. «En un hueco, viajé a Madrid –prosigue–. Allí cogí un libro de la biblioteca y en él apareció un dato que coincidía con nuestras expectativas: se presumía que era una tumba que pertenecía al periodo que es nuestra especialidad. Hicimos el anteproyecto para someterlo a las autoridades egipcias y nos concedieron la oportunidad casi única de excavar desde el principio. Ahí hay que ver un poco la mano de Egipto, no hay duda», reconoce Valentín.

La emoción de enfrentarse a una tumba prácticamente intacta tiene como reverso la incertidumbre de no saber qué se va a encontrar. Pero la intuición no les falló y, fragmento a fragmento, cuadrícula a cuadrícula, capa a capa y año tras año han logrado sacar a la luz una flamante necrópolis de cerca de mil metros cuadrados. De titánico y épico califican el esfuerzo. «En algunos sitios había hasta ocho metros de resto arqueológico que hemos tenido que ir sacando a mano, porque no se puede excavar de otra forma», explica la investigadora. «Imaginemos vaciar de escombros una casa de ocho metros para dejarla limpia en medio de una parcela de mil metros cuadrados», apostilla Valentín.

La recompensa que han obtenido no le anda a la zaga. La tumba del visir guardaba un tesoro para la egiptología mundial: Una prueba de la corregencia entre Amenhotep III (Amenofis) y Amenoteph IV –que luego adoptaría el nombre de Akenatón–. La fecha en la que lo descubrieron tampoco es baladí: el 4 de noviembre de 2013, el mismo día que Howard Carter encontraba en 1922 a Tutankamón.

«Comenzamos a excavar una parte especial de lo que llamamos la capilla, de más de trescientos metros cuadrados. En su patio había entre 12 y 15 metros de restos porque se pararon las obras abruptamente, destruyeron todos los relieves y tiraron sus treinta columnas. Son miles de fragmentos, pero entre los estratos más inferiores empezaron a aparecer unos jeroglíficos magníficos, espléndidos, como nuevos. Los habían tirado en el momento y la caliza es una piedra que cuando la están esculpiendo es blanca como la nieve y si no le da el sol está sin pátina», rememora el científico.

Dentro de los los cartuchos de esos jegloríficos se encontraban los nombres de ambos faraones, lo que según la tradición egipcia quiere decir que estaban reinando conjuntamente. Como consecuencia había que recortar la cronología tradicional. «Hay que solapar doce años, por lo que las relaciones entre personajes y hechos tan importantes como Tutankamón o la Revolución de Amarna, que antes se descartaban porque no había tiempo físico, empiezan a ser verosímiles».

Las piezas comenzaron a encajar y también fueron desvelando la misteriosa personalidad del visir Amenhotep Huy, que jugó un papel clave en la citada revolución, la primera de carácter religioso de la historia y en la que muchos ven el origen del monoteísmo. «En el año treinta de su reinado, Amenhotep III se diviniza como un Dios estando todavía vivo. Su hijo Akenatón se convierte después en rey y profeta de esta nueva divinidad que es Atón. Cinco años después toda la familia real se va a Amarna y ahí comienzan 17 años donde va a ver un rey que va adorar al sol y todos los demás cultos egipcios se quedan medio anulados», apostilla la investigadora.

El gobernador se opone frontalmente a ello y se erige como valedor del dios Amón, por lo que fue perseguido y seguramente pagó con su vida la osadía. «Los trabajos de las obras de su tumba se paran bruscamente. Hemos encontrado las mazas de los obreros en el suelo. A partir de ahí no sabemos nada más del visir, posiblemente le matan, desconocemos dónde fue enterrado porque su cuerpo todvía no lo hemos encontrado», dice Bedman.

«Cuando la religión volvió otra vez a su cauce después del periodo amárnico, se convierte en una especie de santo y, posiblemente por ello su tumba, el patio y el corredor se convierten a su vez en un lugar sagrado para los sacerdotes de Amón y comienzan a enterrarse allí», explica el científico.

Dos de estas tumbas descubiertas por este equipo del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto en los años 2014 y en 2015 forman parte ya del Gran Museo de El Cairo, cuya inauguración, que estaba prevista para este año, ha tenido también que pulsar el botón de pausa. «Cuando abra sus puertas, habrá allí un huequito de unos españoles que han estado dándole con muchas fuerzas y ganas», manifiesta con orgullo la investigadora.

En la presente temporada exploran una de las tumbas restantes y documentarán el resto, amén de seguir con la titánica restauración de los relieves, con más de doce mil fragmentos, para que el visir les siga contando su historia. Todo esto sobre el papel, porque las excavaciones arqueológicas siempre pueden deparar sorpresas. «Te apoyas en una piedra o en una pared, hay un derrumbe... Y aparece allí. Nunca se sabe. Este es nuestro plan de ruta. Después... Egipto dirá», apuntala Bedman.

No cuentan con ningún tipo de apoyo económico gubernamental, aunque sí con la cobertura de la Embajada y del Instituto Cervantes de El Cairo. «Hay apoyos de gente, pero no recibimos nada oficial de presupuestos», asevera Bedman, que añade que tienen también «una campaña de “crowfounding” del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto donde hay aportaciones desde 5.000 hasta 5 euros. Son muchas personas que aman la historia, aman Egipto y conocen nuestro proyecto».

«Estamos muy orgullosos de representar a nuestra patria y de poner a la ciencia española en un sitio donde hay muy pocas misiones extranjeras (no más de trescientas en todo Egipto). Es un lugar de altísimo prestigio y una tumba que tiene mucho que ofrecer a la egiptología mundial porque el periodo es sumamente importante», remata Valentín.

Artículo: Celia Fraile Gil.

Curso on-line