Novedades editoriales

18 de marzo de 2019

El Museo Egipcio de Barcelona, como un faraón con sandalias nuevas


Como las botas de Nancy Sinatra y Lee Hazlewood, esas sandalias de hoja de palma que ahora lucen enmarcadas en una vitrina del Museo Egipcio de Barcelona también estaban hechas para caminar. O, como mínimo, para dar esquinazo a Jordi Clos, coleccionista infatigable e impulsor de la Fundación Arqueológica Clos que llevaba casi dos décadas persiguiendo sin éxito tan exquisita pieza del Reino Nuevo. «Todos los museos las querían», relativiza ahora que las zapatillas, fechadas entre el 1550 y el 1070 antes de Cristo e ideadas como parte de un ajuar funerario, ya han ingresado oficialmente en su colección y en los fondos del Museo Egipcio de Barcelona.

Es más: las sandalias forman parte de un «conjunto excepcional» que el museo barcelonés acaba de adquirir, justo a tiempo para celebrar por todo lo alto su XXV aniversario, en la casa de subastas Pierre Bergé & Associés de París. «Febrero es un mes poco propicio para las subastas, así que hemos tenido menos competencia», celebra Clos mientras descubre las vitrinas que agrupan los 18 objetos recién llegados.

Es ahí donde reciben, a la espera de encontrar su ubicación definitiva,piezas de gran valor histórico y cultural como un vaso de alabastro con el nombre de la reina-faraón Hatshepsut y un tubo que contenía kohl, cosmético utilizado por los egipcios como pintura ocular, y en el que figura nada menos que el nombre del faraón Amenhotep III.Otro de los objetos destacados, explica el conservador del museo, Luis Manuel Gonzálvez, es una placa que acogía elementos asociados al ritual de apertura de la boca y en la que se conserva un cuchillo peseshkef del 2.300 antes de Cristo. Nada comparable, sin embargo, a las dos estatuas de sacerdotes que, según Gonzálvez, enriquecerán el relato escultórico del museo y completan los alrededores del poder faraónico.

Se trata, detalla el conservador, de dos estatuas de piedra calcárea de sacerdotes que «ayudaron a llevar a cabo la función sagrada del faraón». En concreto, una corresponde a Gemefsetkap y se duda de si procede del Reino Antiguo o de una época muy posterior, cuando durante las las dinastías XXV y XXVI se intentó imitar el esplendor pasado.

La otra, incompleta, reproduce a un sacerdote del dios Montu que, y ahí está lo excepcional, luce la característica piel de leopardo que vestían ritualmente los sacerdotes. «Es la única pieza del museo en la que podemos apreciar tan característica indumentaria», destaca Gonzálvez.

Un pequeño ataúd con tres pequeñas momias, presuntamente de musarañas; una suerte de molde para fabricar amuletos en forma de pájaro; un conjunto de pendientes de botón; y la base de un reposacabezas decorado con dos monos completan este nuevo lote con el que el Museo Egipcio sigue creciendo y ampliando una colección que suma ahora 1.200 piezas, ochocientas más que las que tenía en 1994, cuando abrió puertas con un fondo de poco más de cuatrocientas. «Hemos cubierto un vacío, ya que en Barcelona no había arte faraónico», destaca Gonzálvez. Tanto es así que en estos 25 años por el museo de la calle Valencia han pasado 2,7 millones de visitantes y cada año reciben a unos 30.000 estudiantes.

Artículo: David Morán.

Curso on-line