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28 de junio de 2018

Ven la luz los recipientes que guardaban las vísceras de un difunto faraónico


Una colección de vasos canopos, donde los antiguos egipcios guardaban las vísceras de los difuntos, ha emergido en una tumba en la orilla occidental de Luxor, la antigua Tebas. Enterrado durante milenios, el hallazgo arroja nueva luz sobre la castigada sección sur de una de las necrópolis de la que fuera capital de los faraones.

El descubrimiento estaba depositado en un nicho de 60 centímetros que había sido horadado en el suelo cerca del muro sur de la sala de columnas de la sepultura de Karabasken (TT391), alcalde de Tebas y cuarto sacerdote de Amon que habitó la actual Luxor durante la dinastía XXV, en el tercer periodo intermedio, alrededor del 700 a.C.

Las jarras, fabricadas en alabastro, debieron contener las vísceras del finado que -siguiendo la tradición faraónica- tuvieron que ser lavadas y embalsamadas. Un fragmento del difunto del que no queda rastro. El agua ha hecho desaparecer sus restos y ha causado estragos en los recipientes.

Uno de ellos ha sobrevivido roto en pedazos y desde su hallazgo se halla sometido a una cura de urgencia por un equipo del ministerio de Antigüedades egipcio. La veterana egiptóloga Elena Pischikova, directora del proyecto de conservación de Asasif sur, indica que los vasos guardan aún la inscripción "Señora de la casa Amenirdis", tallada durante la dinastía XXVI.

Los vasos -que miden entre 35,5 y 39,4 centímetros de altura- mantienen en su interior una gran cantidad de resina. Las tapas fueron modeladas por el talento de al menos tres orfebres diferentes y presentan formas humanas, de babuino, chacal y halcón.

Esta preciada colección añade nuevas pesquisas a un enterramiento que el equipo egipcio-estadounidense que lidera Pischikova ha auscultado durante años. En 2016 la misión localizó la cámara funeraria y el monumental sarcófago de granito rojo de Karabasken. "El propietario de la tumba fue alcalde de Tebas y cuarto sacerdote de Amon, probablemente durante el reinado del faraón kushito Sabaco", relata la egiptóloga.

"Aunque no hay inscripciones en el sarcófago, la arquitectura de la estancia de culto, la rampa y la cámara funeraria sugieren que el sarcófago fue parte de un enterramiento original excavado para Karabasken", agrega Pischikova, defensora de la hipótesis de que el regidor supervisó la construcción de edificios reales en el imponente templo de Karnak.


"Un sarcófago de granito rojo como el hallado era tradicionalmente parte de un enterramiento real. Podría haber sido un regalo real, lo que nos indica los importantes servicios que prestó a su majestad el rey", subraya la investigadora acerca de un enterramiento descubierto inicialmente en 1820 por John Gardner Wilkinson, Robert Hay y James Burton que, olvidado bajo montañas de escombros, todavía mantiene zonas de sombra.

La expedición de Pischikova, que excava desde el pasado mayo bajo un sol de justicia y proseguirá hasta septiembre, se centra en tres tumbas dañadas del cementerio de Asasif que sufrieron hasta seis inundaciones y cuyas zonas más próximas al exterior llegaron a ser usadas como establos por la población local. A lo largo de 12 años de trabajo, el proyecto ha rescatado miles de fragmentos de la decoración que una vez cubrió las estancias y ha restaurado algunas de las áreas. "Cada semana en la necrópolis se producen nuevos hallazgos y logros", admite la arqueóloga.

Artículo: Francisco Carrión.

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