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15 de mayo de 2016

''En Euskadi no hay estudios superiores de Egiptología, se necesita salir fuera''


Sonia Guerrini recoge emocionada el galardón de Alavesa del mes que le entrega EL CORREO y su sentimiento también es de alegría al recordar la expedición a Egipto en otoño pasado y su experiencia como arqueóloga en el país norteafricano. Allí participó en el descubrimiento del sarcófago del escriba Anj ef Jonsu, datada en el año 900 a. C. en la tumba del visir Amen-Hotep Huy, cuya concesión gestiona desde hace siete años el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto dirigido por Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman. Esta llodiana pertenece al selecto grupo de treinta arqueólogos españoles que están especializados en esa república árabe.

–¿Cómo fue el descubrimiento del sarcófago?

–Cuando llegamos, empezamos a excavar. Hay que acarrear cestos de tierra y mover piedras, pero enseguida empezamos a encontrar vendas, huesos y cerámicas. Cada resto hay que sacarlo e interpretarlo, y continuamente hay inspectores egipcios controlando todo lo que se obtiene. Yo empecé a excavar en el trozo que me asignaron y resultó que estaba sentada sobre la esquina del sarcófago. Al cabo de unos días, dimos con él. Avisamos al Ministro de Antigüedades y cuando lo sacamos y abrimos la losa de la cabeza, empecé a llorar.

–¿Fue un sueño cumplido?

–Desde luego. Toda mi vida he soñado con excavar en Egipto, y con este viaje se han cumplido todas mis expectativas. De hecho no esperaba que ocurriera lo que pasó, un descubrimiento como éste.

–¿Cómo ha sido su vida desde que volvió de Luxor en diciembre pasado?

–Pienso todos los días en volver a Egipto, pero no es fácil. He dedicado este tiempo a seguir formándome. He hecho cursos de Egiptología e Historia de Egipto en Málaga y me acabo de matricular en la Universidad Complutense de Madrid para otro de experto en Egiptología que incluye Historia de Mesopotamia, jeroglíficos y el estudio de tres idiomas de la antigüedad, ugarítico, acadio e hitita, los de la escritura cuneiforme que se usaban en la zona hace cuatro mil años. Estoy encantada porque las prácticas son en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Además, tengo pendiente reanudar mi tesis, que será sobre Egipto. Me atrae mucho la diosa Sejmet, de la guerra y la sanación, que es el brazo derecho de Ra y además está muy vinculada a los felinos, que me encantan.

–¿Y el trabajo de campo?

–En junio estaré en Llodio, con Sergio Escribano, excavando en la ermita de Santa Lucía y los alrededores. ¡Ojalá encontremos restos anteriores a la época romana! También me preparo para excavar en Inglaterra. Tengo que pasar un examen y obtener una tarjeta de trabajo.

–¿Y en Egipto?

–Volveré, pero tengo que esperar. Siento que aquel es mi lugar en el mundo. ¡Me encanta! Cómo vivían entonces, la medicina, el papel de las mujeres, todo está en los papiros... La gente se queda asombrada cuando lo cuento, como pasó en las charlas que di en Llodio a la vuelta de la expedición. Estuvieron abarrotadas y la gente no se quería ir.

–¿Como está la Egiptología en el País Vasco?

–No hay estudios superiores. Sólo tenemos a José Félix Alonso, doctor en Historia Antigua y arqueólogo, que tiene una concesión en el Valle de los Reyes, pero trabaja solo. Ni en Deusto, ni en la UPV hay estudios. Hay que salir fuera, a Madrid, Barcelona, Jaén... En España el grupo de arqueólogos no supera las 30 personas. A mí me encantaría dar clases, pero aquí casi es imposible porque con el euskera no me manejo. Sí me gustaría que hubiera alguna asociación o algo para poder trabajar desde aquí.

–Y tener una concesión en Egipto.

–¡Uf! No es fácil. Hay que tener en cuenta que los egipcios no tienen excavaciones propias, todas son extranjeras, porque tienen el dinero y la formación. La mayoría son de universidades de Estados Unidos, polacas, francesas y alemanas.

–Y los egipcios controlan todo lo que aparece en las excavaciones.

–Uy, sí. Hay hombres armados junto a los arqueólogos y en cuanto aparece algún indicio, hay que avisar a las autoridades. Pero en realidad, creo que no cuidan mucho su patrimonio.

–¿Qué quiere decir?

–Que he visto jugar al balón en la Gran Pirámide, y en el Museo de El Cairo, donde está Aketanón, había excrementos de gato y allí se quedaron. Es cierto que los gatos son casi sagrados en Egipto, pero eso...

–Es decir, que lo del British Museum, pese a que se hable de piezas robadas, no está tan mal.
–Yo siempre he defendido que los hallazgos tienen que verse en su entorno, pero ahora creo que es mejor que las piezas estén protegidas.

–Y que no se pierdan.

–Eso es inevitable. Desde Howard Carter, que descubrió en 1922 la tumba de Tutankamón, ha ocurrido. En 1860 una familia local descubrió un escondrijo en la necrópolis de Tebas y al cabo de unos años aparecieron en el mercado negro egipcio un montón de objetos y resultó que los habían sacado de un escondrijo que había en Deir-ell-bahari, al lado del Valle de los Reyes. Lograron que confesaran, pero lo que había desaparecido se ha perdido y todo a cambio de dinero fácil. Es normal. Aquí también la gente oculta cosas y no se valoran.

Artículo: Marta Peciña.

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