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2 de septiembre de 2015

Didufri


Pese a que las pirámides de Gizeh son hoy el símbolo más famoso del antiguo Egipto, nuestros conocimientos sobre la época en que fueron construidas, la de la dinastía IV, son bastante limitados. Lo mismo puede decirse respecto al reinado del tercer faraón de esta dinastía, Didufri; tan escasos son los datos que poseemos sobre él que ni siquiera sabemos cómo se escribe su nombre, pues aparece transcrito como Djedefre o Redjedef. En principio, se trata de uno de esos reyes oscuros sobre los que se pasa de puntillas cuando se estudia la historia de Egipto. Sin embargo puede ser considerado un ejemplo de faraón del Imperio Antiguo. Gran impulsor de la centralización del Estado así como del culto al dios solar Re, dejó un complejo funerario monumental, con una pirámide comparable por sus dimensiones a la de Micerino, en Gizeh, aunque hoy día está prácticamente en ruinas.

Didufri fue hijo de Keops y de una reina cuyo nombre no se conoce. Habría sido un príncipe más de la corte faraónica si el hijo mayor de Keops, Kawab, no hubiese muerto antes que su padre. Probablemente, este hecho cambió las expectativas de los posibles sucesores de Keops. En este período, la familia real egipcia era una gran organización social unida por lazos de sangre, pero que a la vez estaba dividida en muchas ramas, y cuando surgía una oportunidad éstas se aliaban y organizaban con el fin de adquirir el poder absoluto o una mayor influencia y una posición más relevante en la corte.

Una sucesión polémica

Todo indica que la sucesión de Keops fue tormentosa, aunque no sabemos exactamente cómo se desarrollaron los acontecimientos. Un relieve hallado en Wadi Hammamat y datado en la dinastía XII (1991-1786 a.C.) sitúa como sucesores de Keops a dos príncipes, Hordjedef y Baufra, que nunca subieron al trono. Además, la mastaba de uno de ellos, Hordjedef, no llegó a finalizarse y su decoración apareció dañada. Ello podría estar relacionado con una lucha abierta por el trono durante la cual Didufri habría desplazado a su hermano mayor Hordjedef. Quizás este hecho explica que unas generaciones más tarde, cuando accedió al trono una rama dinástica rival ligada con Hordjedef, la figura de éste fuera magnificada y se le presentara como un gran sabio. El príncipe también aparece como protagonista de un cuento del Papiro Westcar.

Una vez ascendió al trono, y seguramente para afianzar su poder, Didufri eligió como esposa real a la viuda de Kawab, Hetepheres II, medio hermana tanto de Kawab como de él mismo. Estos enlaces son un buen ejemplo de la endogamia (matrimonio entre parientes) que practicaba la familia real egipcia de este período, a la que se atribuía una naturaleza divina.

En cuanto a la duración de su reinado, de nuevo se plantea el problema de la escasez de los datos y su difícil interpretación. El Canon Real de Turín –un documento fechado en época de Ramsés II que menciona los nombres de los reyes de Egipto desde el principio de su historia– deja en blanco el lugar donde debería aparecer el nombre de Didufri, pero anota al lado que su reinado duró ocho años. A partir de este dato, algunos estudiosos sugieren que Didufri reinó nueve años. Sin embargo, investigadores como Miroslav Verner ponen en duda la exactitud de las fuentes del compilador del Canon de Turín para las dinastías IV y V.

Por otra parte, en la pirámide de Keops, en uno de los fosos destinados a los barcos funerarios del faraón, se descubrió un grafito con el nombre de Didufri, que menciona el censo décimo o decimoprimero del reinado. Ello indicaría un reinado con al menos un par de años más de los que consigna el mencionado Canon, aunque también hay que tener en cuenta que los censos en ese período eran irregulares y no tenían por qué ser anuales o bianuales. Ante esta situación tan incierta sólo podemos suponer que Didufri reinó alrededor de una decena de años, quizás uno más.

El faraón, hijo del Sol

Didufri fue el primer faraón que se declaró Hijo de Re, nombre que desde entonces sería añadido a la titulatura real, formada ya por los nombres de Horus, Nebty (las Dos Señoras, es decir el buitre y la cobra que simbolizan el Alto y el Bajo Egipto), Horus de Oro y Nesu-Bity (el del Junco y de la Abeja, que equivale a Señor de las Dos Tierras). Hay que considerar este nuevo título como un elemento más en el llamado «proceso de solarización» de la monarquía egipcia, es decir, la transformación progresiva del dios solar Re en divinidad estatal de Egipto. Este proceso había comenzado tímidamente desde al menos la dinastía II y adquirió cada vez mayor relevancia, como indica la proliferación de construcciones monumentales asociadas al culto solar, en particular las pirámides, los obeliscos y las esfinges.

Otro rasgo característico del reinado de Didufri fue el impulso que se dio a la centralización del Estado. La crisis sucesoria que lo llevó al poder parece que no perturbó el funcionamiento de la administración faraónica. Al igual que en tiempos de su abuelo Esnofru o de su padre Keops, bajo Didufri el gobierno mostró una alta capacidad de acumular recursos. La mejor muestra de ello la encontramos en la construcción de su gran complejo funerario en Abu Roash. El faraón tuvo que pagar a los numerosos obreros y artesanos empleados en la construcción del complejo, así como suministrar los materiales necesarios, algunos especialmente costosos por las distancias desde las que había que acarrearlos. Tal fue el caso del granito rosa, procedente de las canteras de Asuán, en la primera catarata del Nilo, y de la cuarcita roja extraída en las canteras de Gebel el-Ahmar, situadas cerca de Heliópolis.

Un gran complejo funerario

El complejo piramidal de Didufri –llamado en la antigüedad «Didufri es una Estrella Reluciente»– se erigió en Abu Roash, unos diez kilómetros al norte de Gizeh. Investigado y parcialmente descubierto por diferentes arqueólogos, no fue hasta 1994 cuando una misión franco-suiza dirigida por Michel Vallogia emprendió un estudio sistemático del recinto, más allá de la pirámide y su área sepulcral.

Tradicionalmente se ha considerado que el hecho de que Didufri situara su complejo funerario fuera del recinto de Gizeh se debió a las dificultades surgidas tras la muerte de Keops y que fue una forma de distanciarse de su antecesor. Sin embargo, si analizamos la situación de los complejos funerarios de los tres primeros reyes de la dinastía IV podemos ver que Esnofru, Keops y Didufri localizaron su lugar de enterramiento – en Dashur, Gizeh y Abu Roash, respectivamente– a cierta distancia del de sus predecesores.

La pirámide de Abu Roash

El complejo funerario de Didufri fue diseñado de una forma similar al de su padre Keops, si bien presenta algunos elementos novedosos. Se compone de una pirámide central con su templo funerario adosado y un muro de adobe que rodea el conjunto. Tradicionalmente se ha creído que la pirámide nunca fue acabada, pero a partir de las recientes investigaciones de Michel Vallogia se ha podido demostrar que el monumento fue terminado en su totalidad y que la falta de material constructivo se debe a que el yacimiento ha sido saqueado a fondo desde la época romana. A partir de las evidencias arqueológicas se han podido reconstruir asimismo las medidas originales de la pirámide. Se sabe, así, que cada lado medía 106,2 metros, y se calcula que su altura oscilaba entre 57 y 67 metros.
Una singularidad de la pirámide de Didufri es que fue erigida sobre un montículo natural desde el que se divisaba el delta del Nilo, al norte, y Dashur, al sur, donde el abuelo de Didufri, Esnofru, había erigido dos pirámides.

El hermano y sucesor de Didufri, Kefrén, también levantó su pirámide sobre un montículo en la meseta de Gizeh, de modo que aún hoy su monumento funerario parece más alto que el de su padre Keops, cuando la realidad es la opuesta. Más allá de un supuesto gesto de arrogancia real, hemos de tener en cuenta el significado simbólico del emplazamiento de las pirámides sobre montículos identificados con la colina primigenia (Benben) en la que nace el dios creador Atum-Re, tal y como posteriormente sucedería con los templos solares erigidos durante la dinastía V. El rey trataba de renacer como tal en una eterna «primera ocasión», expresión referida al origen del Único como principio del Todo.
A la muerte de Didufri se produjo seguramente una nueva lucha por el trono, en la que quizás intervino alguno de sus hijos, como Baka o Setka. Así lo sugiere la aparición de un nombre real terminado en -ka en la pirámide inconclusa de Zawiyet el-Arian. Pero, si hubo conflicto, quien salió finalmente victorioso fue el hermano de Didufri, Kefrén, constructor de la segunda mayor pirámide de Egipto y, tal vez, de la Esfinge de Gizeh.

Artículo: Alejandro Jiménez Serrano (National Geographic).

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