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5 de octubre de 2014

Los peinados de moda de la época de los faraones


En el año cinco de su reinado, Amenofis IV se cambió el nombre por el de Akhenatón y se marchó a vivir a la nueva capital que había creado, Akhetatón, conocida hoy día como Amarna. Como es lógico, fueron muchos los súbditos que se marcharon a vivir con él para dotarla de vida, varias decenas de miles. Descubiertos hace relativamente poco tiempo, los cementerios de la clase baja de la ciudad no paran de proporcionar interesantísimos datos sobre esta población. Hace pocos meses se han encontrado allí (en unas excavaciones dirigidas por B. J. Kemp) una serie de cráneos que han sorprendido a los investigadores por sus cabellos, aunque no precisamente porque conserven el pelo, algo relativamente habitual en las momias.

En una tierra donde la decoración de las tumbas muestra que hombres y mujeres de clase alta llevaban pelucas para las celebraciones y ceremonias, y en cuyos textos literarios y poemas amorosos la frase "ponte la peluca" es una inequívoca invitación a irse a la cama, los elaborados peinados que han conservado la arena del desierto en estas momias han sido como un regalo de Navidad para Jolanda Bos, la arqueóloga experta en estas lides que se encarga de estudiarlos.

Al estudiar un grupo de 100 cráneos procedentes del cementerio, comprobó que 28 de ellos conservaban el cabello y que estos no estaban cortados de cualquier manera, sino que por el contrario, mostraban unos elaborados arreglos capilares.

Uno de ellos pertenece a una mujer de la cual se desconoce todo, desde su edad hasta su nombre (nada de ataúd inscrito para ella), excepto que al ser enterrada llevaba en la cabeza 70 extensiones de cabello, dispuestas a diferentes alturas y capas por toda la cabeza, suficientes como para dar envidia a un moderno rastafari. Lo cierto es que no se trata del único ejemplo, porque hay al menos otro cráneo que también lleva este tipo de extensiones.

Igual que las pelucas que tantos usos tenían, estas extensiones eran de cabello natural. De hecho que algunas de ellas presenten cabellos blancos y grises quizá indique un cierto comercio de pelo, con gente que vendía, o regalaba, sus cabellos para hacerlas. Por supuesto, una de las cosas que se están intentando determinar es cómo mantenían en su sitio las extensiones... quizá con grasa de animal.

Otro adorno capilar que gustaba bastante en Amarna eran las trenzas, del tipo más sencillo, con tres mechones. Eso sí, dado el elevado calor de la zona les gustaba que el pelo no les molestara mucho, de modo que solían llevarlas bastante cortas, de unos 20 cm, y no muy anchas, como de un centímetro. Esto supone que el pelo les llegaba más o menos por los hombros, aunque se ha encontrado un ejemplo que las prefería más largas y presenta extensiones empalmadas para conseguir un largo de 30 cm. Otros muchos llevaban lo que parece el estilo de moda en la ciudad, con el pelo ordenado en rizos en torno a las orejas.

También se han encontrado cráneos femeninos con el pelo teñido, quizá con henna, algo que los investigadores están intentado determinar, del mismo modo que quieren saber si el motivo del tinte fue que la mujer se había quedado con el cabello blanco por la edad.

Para proteger el pelo de las momias, los investigadores lo han envuelto con papel sin ácido en capas verticales y horizontales, para después sellarlo con cinta, eso evitará que los peinados se pierdan o deshagan y permitirá seguir estudiándolos.

La interpretación de este hallazgo no es sencilla. Es posible que el gusto de los amarnienses por las extensiones, las trenzas y los rizos en torno a las orejas no sea más que una moda, o incluso que se trate sólo de algún tipo de ritual funerario y que sólo a los muertos se los llevara al peluquero. Pero también podríamos pensar que fue un modo con el que los habitantes de la ciudad de Amarna, los cuales tenían el privilegio de ver a diario recorrer a sus soberanos el camino real, quisieron diferenciarse de los habitantes de las demás ciudades de Egipto, quienes no podían disfrutar de ese privilegio.

Al fin y al cabo, por más que la mayoría de la población no prestara demasiada atención al nuevo dios, del que Akhenatón era su hijo sobre la tierra, verlo acompañado en su carro dorado por su esposa Nefertiti era algo de lo que presumir ante los parientes y amigos que se quedaron en el pueblo, aunque no fuera más que haciéndose unas trenzas o poniéndose unas extensiones en el cabello.

Artículo: José Miguel Parra.

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