Novedades editoriales

15 de noviembre de 2012

Simbolismo animal en la mitología egipcia


El culto al animal constituye una de las partes más importantes de las creencias egipcias; si se piensa que el animismo fue la base de los comienzos de la religión egipcia, este aspecto no es sorprendente.

Los animales no eran reverenciados por alguna fuerza superior o destreza ni por gratitud, sino por el miedo a que las bestias tuvieran raciocinio y lenguaje propios, imposibles de comprender para el hombre. En consecuencia, se los reverenciaba para poder conectarse por su intermedio con el mundo sobrenatural. 


Pero la idea subyacente es que estas deidades no eran en realidad animales, sino que sólo aparecían así en la Tierra, aunque vivían en el Cielo con forma de dioses, una apariencia humana idealizada.

Analizar el culto a los animales es dificultoso porque se sabe muy poco sobre la mayoría de los animales sagrados; sólo los cultos más prominentes observados en todo Egipto dejaron una información más o menos completa. Las inscripciones jeroglíficas no dicen mucho sobre el culto a los animales, lo que prueba que los sacerdotes tenían poco que ver con este legado de los ancestros.

Apis de Menfis

No obstante, está claro que el animal sagrado más popular era el Apis de Menfis, un toro negro con ciertas marcas blancas especiales sobre su frente y sobre su lomo, además de otros signos particulares. 


Su culto se verifica desde la I disnastía. Fue concebido por un rayo de luz que descendió sobre una vaca, es decir, era una encarnación del Sol. Por lo general, se lo consideraba una corporización de Ptah, pero en los últimos tiempos se lo consideró una reencarnación de Osiris. Se lo representaba con el disco solar entre los cuernos y de este modo, conectado no sólo con el sol, sino también con la luna. El dios viviente habitaba su propio corral dentro del templo, y allí se le acercaban ofrendas que en su condición de oráculo aceptaba o rechazaba.

El aniversario de su nacimiento era celebrado durante siete días cada año, y cuando moría, era embalsamado y enterrado con grandes lujos en las catacumbas de Sakkara. Unos setenta días después del luto, un nuevo becerro Apis era descubierto por los sacerdotes, que recorrían todo el país en busca del animal más apto para encarnar a la divinidad.

Jeprí

Otro animal célebre fue Jeprí, el escarabajo que arrastraba la esfera de excremento que contenía la simiente de la que nacería su cría. Simbolizaba el sol del amanecer como proveedor de energía y dador de vida.

Binebded

También se veneraba al cordero sagrado de la ciudad de Mendés, en el Delta, llamado Ninebded. Se lo consideraba una corporización del alma de Osiris y se lo llamaba "alma de Ra". La divina encarnación también se manifestaba por marcas corporales que los sacerdotes reconocían. Fue venerado como dios de la fecundidad, y su emblema era una espiga de trigo.

El Asno

El asno, compañero del campesino egipcio en sus tareas como animal de carga, era muy respetado, pero solo se lo veneraba en particular cuando tenía pelaje rojizo. En este caso, estaba consagrado al dios Seth, verdugo de Osiris, y solía ser sacrificado como ofrenda en los rituales en su honor.

El Cocodrilo

Simbolizaba las fuerzas del mal, y su destrucción expresaba la eterna lucha de los hombres y de los dioses contra el Caos. Fue representación del dios Sobek en tanto surgía de las aguas, pero también simbolizó a los dioses Geb y Jentijety.

El Hipopótamo

En cuanto a los hipopótamos los egipcios tenían una actitud dual; por un lado, la imagen de la hembra fue asociada a varias diosas que protegían la maternidad, como Tauret e Ipet. Por otra parte, le temían porque la magnitud del animal ponía en riesgo la navegación de las embarcaciones y porque su apetito voraz destruía los cultivos. En alguna época, se consideró que en el hipopótamo convergían todas las fuerzas del Caos, por lo cual aparecen frecuentes escenas que representan al faraón destruyendo al animal, símbolo de la perpetua lucha del monarca contra los enemigos de Egipto.

El Halcón

Era emblema del señor del cielo, que estrechaba la unión entre las esferas terrestres y las celestiales. Fue la representación más frecuente de Horus. Como símbolo del sol en su cénit se manifestaba como Horajty. Como ave audaz y belicosa, fue la insignia de dioses guerreros, como Behedety, Hemen y Montu y fue elegido como imagen alegórica por varios faraones, como Harpócrates y Harsomtus.

El León

Era venerado especialmente en la ciudad de Leontópolis, y se lo consideraba señor del desierto, representando la fuerza salvaje y destructora del sol en ese ámbito. Las escenas de caza suelen representar el triunfo del faraón sobre el león, como símbolo del poder del soberano para someter al orden las fuerzas del Caos. Cuando la imagen del león aparece junto a la del faraón, le ofrece cualidades de invulnerabilidad. Como representación de la energía solar, la leona es la imagen de la diosa Peligrosa en cualquiera de sus aspectos (Tefnut, Bastet o Sekhmet).

El Mono

El mono aparece tanto en escenas cotidianas como en místicas, sobre todo como babuinos. Este animal era considerado patrono de los escribas porque se lo asociaba a Thoth. También se lo consideraba adorador del sol, ya que lo recibía cada mañana con gritos y con saltos.

Otro mono era el cercopitecos que representaba a Atum en su combate contra los poderes del Caos; en este caso, aparece blandiendo un garrote.

El Perro

Era un aminal doméstico para los egipcios, y su figura aparece esculpida sobre lápidas. En el contexto mitológico, aparecía como Upuaut, que despejaba el camino del faraón, y también como Anubis, amo de los cementerios.

Como representación de un dios funerario, el perro aparecía de color negro. Los perros de pelaje rojizo eran destinados a honrar al dios Seth.

El Gato

Venerado especialmente en Bubastos. Se le atribuían poderes de resguardo de la familia. En la iconografía, se lo suele representar junto a la difunta, como emblema de la femineidad hogareña. Se lo consideraba una corporización de Bastet, encarnación de la serenidad femenina.

La Rana

Era para la mitología el símbolo perfecto de la vida en constante mutación. La diosa Heket era representada con forma de rana como protectora de los nacimientos.

Los Pájaros

Entre los pájaros sagrados, el más importante fue el "fénix" de Heliópolis, una especie de garza con larga cresta de plumas. Simbolizaba al dios Sol con los nombres de Osiris y de Ra.

De acuerdo con la creencia, la garza se elevaba en la mañana creándose a sí misma sobre el sicomoro celestial; como el alma de Osiris, descansaba de noche sobre se carcófago.

También se veneraba al "buitre", símbolo de benevolencia y protección; con sus alas desplegadas, tutelaba las mutaciones del faraón difunto en el mundo mítico. Su imagen era emblema de los dioses Mut y Nejbet.

El "ibis", ave de cabeza negra actualmente extinguida, simbolizaba al dios Thoth. Sus momias fueron situadas en grutas y santuarios que honraban a este dios, patrono de los escribas.

Los Peces

Para los egipcios, los peces tenían un carácter dual. Como habitantes del agua, se los consideraba aliados de los poderes del Caos, enemigos del sol. Pero muchos encarnaban manifestaciones divinas, como la gestación acuática de Osiris o como el sol cuando renacía de las aguas.

Atum fue concebido en una de sus manifestaciones como una "anguila" y la diosa Hatmehit adquiría la apariencia de un "delfín".

Las Serpientes

Las serpientes eran objeto de especial devoción en Egipto. Numerosas diosas asumían esa forma, incluso la imagen del reptil era un jeroglífico general para significar "diosa".

Pinturas de serpientes erectas protegían la entrada de los templos, y también se conservaban serpientes vivas en cajas en los sepulcros importantes porque se pensaba que un espíritu tutelaar con esta forma era necesario para cada lugar sagrado. La cobra decoraba la corona real del faraón, y era símbolo del poder de la monarquía.

Algunos animales eran intocables. El gato y el halcón eran tan venerados que incluso su muerte no intencional era castigada con la muerte (por lo general, se linchaba al ofensor), pena ejecutada por la población o por los oficiales de vigilancia. Una vez muerto, el animal era embalsamado y enterrado en tumbas colectivas; algunos de ellos, en tumbas centrales de la capital del nomo. En ocasiones, las momias eran enviadas desde todo el país hasta los lugares más importantes del culto. Los gatos por ejemplo, eran generalmente enterrados en un vasto cementerio dedicado a ellos, en Bubastos.

Artículo: Mariana Enriquez.

Curso on-line