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2 de octubre de 2011

Diez años en la eternidad


"Oh, Amón-Ra, quien ilumina las Dos Tierras, permite que esté satisfecho en mi ciudad de la eternidad, en mi tumba para siempre...". El personaje que dictó esas frases murió hace 3.500 años y su memoria cayó en el olvido. Por un azar del destino, un grupo de españoles se ha encargado de cumplir con creces el ruego que el egipcio Djehuty dirigió piadosamente a su dios: ser recordado.

Nadie menos parecido a Amón-Ra que el investigador del CSIC José Manuel Galán (Madrid, 1963), un científico circunspecto e inclinado por naturaleza a la discreción y la modestia que es quien se ha responsabilizado de dirigir la excavación, restauración y estudio de la tumba del alto funcionario de la reina Hatshepsut, enterrado en una de las necrópolis de la antigua Tebas (Luxor), Dra Abu el Naga.

Cuando, una tarde de primavera de 2000, Galán, guiado por el responsable del Servicio de Antigüedades de Luxor, Mohamed el Bialy -al que le había hecho mucha gracia la llegada a su taftish,su oficina en la orilla occidental del Nilo, de ese egiptólogo español en bicicleta-, entró en la durante muchos años olvidada TT11 (tumba tebana número 11), previa la ceremonia de romper el sello de alambre y plomo del candado que mantenía cerrada la puerta de hierro, poco podía imaginar que se adentraba en una aventura que marcaría su vida y la de la ciencia española: el Proyecto Djehuty.

Es tentador comparar ese momento fundacional de la entrada de Galán en la tumba de Djehuty, que había sido apenas investigada anteriormente, con la de Carter en otro sepulcro no muy lejano, KV62, la tumba de Tutankamón, en el vecino Valle de los Reyes. El sello que rompieron Carter y Lord Carnarvon en 1922 no era el moderno del Servicio de Antigüedades que indica que nadie ha entrado en la tumba sin permiso desde la última visita, sino el original, el de los guardianes de la necrópolis real, el famoso sello milenario con el chacal y los nueve cautivos. Pero, salvando las distancias -la tumba de Tutankamón estaba intacta y era de un rey-, encontramos similar emoción, parecidos riesgos y quebraderos de cabeza e igual devoción en ambas excavaciones. En todo caso (los de Carter eran otros tiempos), Galán ha mostrado mucho más respeto a los egipcios, vivos y muertos, que su célebre colega.

Lo que han trabajado a lo largo de 10 intensas y fructíferas campañas (2001-2011) el egiptólogo madrileño y su equipo ahí, en la tumba de Djehuty, la adosada de Hery -otro funcionario de la Administración real anterior- y los alrededores que componen su zona de excavación y están minados de sorpresas, misterios, tesoros y peligros como un maravilloso gruyere arqueológico, es simplemente asombroso. Hay que haber estado en el lugar, haberse metido en las galerías claustrofóbicas arrastrándose sobre escombros en inestable equilibrio, haber descendido a los pavorosos pozos, siempre sudando y respirando polvo, conteniendo el entusiasmo de los descubrimientos con la enervante y lenta minuciosidad del método científico, para comprender en su justa medida el esfuerzo y la dedicación de Galán y su gente.

Yo, como ven, les admiro mucho, y más después de que en 2007, allí, en Dra Abu el Naga, me hicieran bajar por una inestable y vertiginosa escalera a las entrañas de una tierra preñada de momias. Al fondo de ese pozo funerario me esperaba Galán. Mientras yo pugnaba por regresar y lanzaba una última mirada desesperada hacia el cuadradito azul en que se había convertido la boca del pozo allá arriba, muy lejos, el científico me tomó de la mano como un Virgilio ataviado de Coronel Tapioca y me condujo hasta una pequeña cámara excavada en la roca. Allí permanecimos un rato. En aquel espacio opresivo diseñado para un muerto, me invitó a sentir la historia y a respirar la eternidad. ¡Qué gran regalo!

Pienso en ese momento hoy comiendo una paella con el egiptólogo frente al mar en este día de verano en Barcelona. Recuerdo el pozo -y las cuatro cabezas de momia alineadas por un viejo profanador de tumbas gracioso que aparecieron arriba en la tumba, los Beatles les llamaron los egiptólogos- y me recorre un escalofrío. Galán lo interpreta mal y me sirve más vino. Está recapitulando lo que ha sido la década de citas con Djehuty. Aunque las investigaciones se han diversificado con los inesperados hallazgos y con la ampliación de la zona de excavación española, el noble Djehuty sigue siendo especial. Es el que le ha dado nombre al proyecto, su icono. Le señalo a Galán que, aunque han encontrado muchas cosas maravillosas de esas que decía Carter -ataúdes, momias, figuritas funerarias, etcétera-, el propio Djehuty no ha aparecido. Y mira que nos han tenido en vilo con él campaña tras campaña, todo un serial por entregas: que si hemos dado con el pozo funerario, que si lo vaciamos de escombros, que si aparece la antecámara, que si la cámara sepulcral...

Reconoce con deportividad el hecho de que el emblemático fiambre se les ha escapado. "Pero hemos averiguado muchas cosas de él en estos 10 años estudiando su tumba. De su vida, sus creencias, sus gustos. Era un hombre muy culto, un intelectual, categoría que iba muy vinculada a la religión en el Antiguo Egipto. Uno era culto entonces en la medida en que conocía a fondo los textos religiosos. En su tumba, construida bajo sus indicaciones, quiere presentarse como un gran conocedor de los textos antiguos, alguien que domina los recursos de la escritura, desde el uso de palabras arcaicas hasta la criptografía. Leer sus inscripciones se convierte en un gran juego intelectual".

Galán habla de Djehuty como uno habla de alguien de la familia. "Sabemos el nombre del padre, de la madre, cómo fue su carrera. Pero lo más interesante es su papel como gran intelectual del momento". Le pregunto si haber intimado tanto con Djehuty le hace sentir por él una simpatía especial. Para mi sorpresa, dice que no, lo que me perturba: a ver si el pozo y las sobremesas en el Marsam, el hotelito del equipo español junto al templo de Merenptah, no habrán servido para cimentar nuestra amistad. "Por desgracia, el estudio de la historia te hace pensar que la gente que ocupa un cargo de poder no transmite excesiva simpatía. Cualquiera que ocupa un alto cargo tiene muchas sombras. La gente honesta difícilmente sube tan alto. Djehuty fue supervisor del tesoro y de los trabajos de Hatshepsut. No sé hasta que punto jugó limpio para ascender y mantenerse en la jerarquía de la corte. Me desligo de él como persona, pero me siento afín al intelectual con capacidad de creación e innovación".

Mientras chupo una gamba, me digo que parece mentira que estemos criticando a un pavo faraónico que lleva muerto 35 siglos. "En la corte de Hatshepsut, los altos funcionarios competían entre ellos para ver quién sorprendía más con innovaciones en la literatura, la escultura o la arquitectura". Le comento a Galán que eso recuerda el ambiente isabelino. Lo toma por la Isabel equivocada y señala, para mi sorpresa, que hay muchas cosas en común entre Isabel la Católica y Hatshepsut. "Las dos rompieron barreras físicas tratando de abrir el comercio a tierras desconocidas. Isabel fue decisiva en el viaje de Colón a América, y Hatshepsut envió la expedición al rico país de Punt (alguna zona de los actuales Eritrea y Yemen). Ambos viajes tenían como objetivo hallar rutas alternativas para evitar el encarecimiento de los productos a causa de los intermediarios".

Hay otro símil histórico que cautiva al egiptólogo: al descubrir en 2009 la magnífica cámara funeraria de Djehuty, cubierta de pinturas, no dudó en bautizarla, con disculpable entusiasmo, como la Capilla Sixtina del Antiguo Egipto. "Miguel Ángel y Djehuty coincidieron en el tiempo". ¡¿?! "Ambos vivieron en sendos siglos XV, uno antes de Cristo, el otro después. Las dos épocas son renacimientos, momentos de esplendor en los que se miró atrás para recuperar, dándoles nueva vida, viejas formas y modelos. Y cada uno, Miguel Ángel y Djehuty, plasmó su visión del cielo, del más allá".

Como se está poniendo estupendo, le vuelvo a recordar a Galán con siniestro placer que no ha encontrado a Djehuty. "Cierto, físicamente no lo tenemos. Verás, no tenemos ni siquiera la certeza de que estuviera enterrado en su monumento funerario, en su tumba, aunque yo creo que sí. En la cámara pintada no hemos encontrado rastro de su ataúd, ni de su ajuar. Quizá no fue depositado allí. También puede que fuera objeto de saqueo y no haya quedado nada. En todo caso, alguien fue enterrado allí en su época". Sugiero que pongan el caso en manos del CSI Tebas. El egiptólogo mueve la cabeza con desaprobación. "Es lo de menos, tener o no el cuerpo, los antiguos egipcios disponían de soluciones para eso. Sabían que la momia podía ser destruida, así que tenían un plan B y un plan C. Djehuty se hizo esculpir una estatua a la entrada de la tumba -tú la has visto-, y también se hizo representar profusamente en relieve y pintado en las paredes, cazando patos y avestruces, comiendo o de peregrinación a Abidos. Que no se borrara el recuerdo al 100%. Algo perviviría, y Djehuty, también".

¿Así que no le decepciona no tener la momia? ¡Anda vamos! "Honestamente, no. A ti te encantan las momias, lo sé, pero no son mi plato predilecto. A mí lo que más me interesan son los textos. En realidad, yo echo de menos más su ataúd, que estaría cubierto de inscripciones, que su cuerpo. Con las momias tienes una doble sensación contradictoria, por un lado las ves como un elemento informativo, por otro te produce un sinsabor trastear con lo que sigue siendo un ser humano. Con Djehuty hubiera sido complejo emocionalmente: manipular a Djehuty, que significa tanto para nosotros...En fin, supongo que los paleopatólogos del equipo pensarán diferente".

"El proyecto ha batido todas las expectativas", reflexiona Galán cuando le pido que sintetice estos 10 años. "Se ha convertido en un referente de nuestra egiptología. Lo que la tumba de Djehuty aporta es muy importante para el conocimiento de la dinastía XVIII, como lo es la de Hery, la TT12, para la época de 50 años antes. Con el estudio de esas dos tumbas marcamos un hito en nuestra ciencia; déjame añadir que también con la apertura de una página web con el diario de trabajo en línea, lo que fue un hito al iniciarlo hace 10 años. Pero, además, la suerte nos ha sonreído con el hallazgo de cosas inesperadas que han realzado aún más la misión, especialmente en la excavación de los patios al aire libre que fueron reutilizados como zonas funerarias en épocas posteriores. Hemos encontrado a la Dama Blanca, enterramiento del 1000 antes de Cristo, con el bello ataúd antropomórfico; al arquero Iqer, mil años anterior, con sus flechas; la Tabla del Aprendiz, ese excepcional pizarrín de escuela que muestra cómo se aprendía a dibujar; los 50 ramos de flores secas que tienen tres milenios, objetos con cartuchos reales -el lino con el sello de Amenofis II y el trozo de alabastro con el de Ahmose-, papiros, vasos canopos, ibis y halcones embalsamados, el juego de senet -como un backgammon egipcio- , pendientes de oro... Son tantas las maravillas... Hemos sido muy afortunados".

Que nadie piense que los 10 años de campañas, la culminación de los trabajos en la tumba de Djehuty y la complicada y volátil situación en Egipto significan el final de la aventura. "En absoluto. Esto no se ha acabado. Nos esperan 12 tumbas de la misma época que las de Djehuty y Hery, y en la de este último aún queda mucho trabajo. Hay mucho terreno para excavar. Podemos encontrar cosas muy similares a las que hemos hallado. Pronostico muchos más hallazgos interesantes".

¿Van a volver pronto? Galán y su equipo tuvieron que marcharse por piernas durante la revolución, que les pilló excavando. "Soy optimista, los egipcios tienen tantas ganas de salir adelante, de vivir, de prosperar. Eso puede con cualquier intento de radicalizar el movimiento de revuelta. Poco a poco, la maquinaria de la Administración vuelve a funcionar tras el parón brusco. Hay que acostumbrarse a la nueva situación. A que Egipto es un país vivo y susceptible de pasar por crisis. Las dictaduras provocan un inmovilismo que a los extranjeros nos beneficia, pero lo normal y lo bueno es que se produzcan cambios, aunque ahora nos incomode. Nos esperan años de reajustes". El egiptólogo señala que desde el Servicio de Antigüedades insisten en que no hay problemas para trabajar, aunque en algunas zonas la seguridad presenta dificultades. "Pero en Luxor todo está tranquilo".

Galán, que también luce habitualmente sombrero, sigue defendiendo a Zahi Hawass, el icónico responsable de Antigüedades al que ha arrastrado definitivamente el curso de la historia -en fin, también pasaron los Ptolomeos-. "Todo el mundo tiene luces y sombras. Ha jugado un papel importante, también durante la crisis. Pero nadie es imprescindible. El nuevo secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades, Mohamed Abdel Fattah, es muy apreciado por todos; no tendrá tanto papel mediático, pero es más sosegado, y será fácil trabajar con él".

En la herencia de Hawass, que visitó en su día las excavaciones de Galán, como también lo hizo el exministro de Cultura Farouk Hosni, hay varios fiascos: la tumba de Cleopatra, los conductos de la Gran Pirámide, la tumba perdida del Valle de los Reyes -buscaba la de Nefertiti-. "Son fracasos si piensas en una arqueología de buscar tesoros, pero sus excavaciones han arrojado mucha información sobre el Antiguo Egipto".

La misión española pasó momentos dramáticos con la revolución egipcia. "A finales de enero, con las primeras revueltas, se cortaron los medios de comunicación e Internet. No sabíamos qué ocurría. La policía desapareció y quedamos a merced de cualquiera con malas intenciones. Entonces llegó la noticia de que se habían abierto las puertas de varias cárceles al sur de Luxor. Especialmente en Kom Ombo hay una prisión muy grande...". Al hotelito Marsam arribaban rumores de la llegada de saqueadores armados. "Nos protegían los propios lugareños, situados en los cruces con palos, pero aislados en el West Bank, en la ribera occidental, éramos un blanco muy fácil. Decidimos cerrar la excavación y volver a casa, lo que no fue fácil, desde luego". ¿Es verdad que llegaron a esconderse debajo de las camas en el Marsam? "La noche del sábado sí, los asaltantes habían llegado al parecer hasta Medinet Habu, muy cerquita. Nuestros amigos egipcios nos pidieron que apagáramos las luces y nos encerráramos en las habitaciones. Una noche difícil". Galán explica que, a Horus gracias, no hubo daños en el yacimiento, ni robos.

El egiptólogo tiene claro cuál ha sido el mejor momento del Proyecto Djehuty a lo largo de todos estos años. "Para mí, la entrada a la cámara sepulcral de Djehuty, con sus magníficas pinturas e inscripciones. La culminación de un sueño". Y el peor: "El más triste, la muerte de nuestro restaurador Leandro de la Vega de un cáncer hace dos años". Galán se ensombrece. "En Egipto aprendes que la vida sigue y que la forma de pervivir es hacerlo en el recuerdo de los demás. Leandro vive en nosotros".

Para animarlo, le pregunto por la situación de la egiptología en España. Sigue taciturno. "Tenemos que hacer más autocrítica. Aunque seamos más los que trabajamos en Egipto, la egiptología española está en pañales. Seguimos a años luz de las grandes potencias en este campo, de EE UU, Reino Unido, Francia, Alemania...".

Será arduo, pero qué aventura, ¿no? "Es cierto que el Proyecto Djehuty posee un especial componente de aventura. En el fondo, nuestro yacimiento es una gran catacumba subterránea y laberíntica. Meterse allá dentro tiene un pequeño toque de Indiana Jones. Más riesgo que otros proyectos al aire libre. Las tumbas centrales están ahora diáfanas, pero estaban llenas casi hasta el techo de escombros y parecían infinitas. Yo me di un fuerte golpe en la cabeza con un saliente de piedra que ahora queda a tres metros de altura". Ese aroma Indiana Jones del proyecto lo han aprovechado para la siempre difícil tarea en España de hallar patrocinio. Galán cree haber tenido mucha suerte. Telefónica Móviles los patrocinó cinco años, y los siguientes, Cajamadrid.

Volviendo a la aventura sobre el terreno, ¿escorpiones? "Solo he visto uno, y ha sido en el cuarto de baño del hotel". Apenas me atrevo a preguntarle por las serpientes. "Tampoco hemos encontrado, aunque vigilamos mucho. Haberlas, las hay". Galán no piensa cambiar el nombre del proyecto, aunque la etapa Djehuty del mismo, con la tumba ya excavada, esté prácticamente finalizada (muchas cosas deberán seguir siendo estudiadas: ¿por qué, como a su patrona Hatshepsut, al noble se le practicó la damnatio memoriae borrando su nombre y su rostro de las inscripciones?). "Nos hemos trabajado tanto la denominación de origen Djehuty que la vamos a mantener. Aunque, en realidad, el protagonista de las próximas campañas es Hery".

Hery es también todo un personaje, otro alto dignatario de la corte, en este caso de tiempos muy turbulentos, hacia el año 1550 a. de C. Era escriba, como Djehuty, y supervisor de los dos graneros de la madre del rey, la reina Ahotep, esposa de Sequenenra (cuya fea momia cosida a hachazos en batalla da fe de eso, de la turbulencia) y madre de Ahmose, el liberador de Egipto de los hicsos y fundador de la dinastía XVIII, con capital en Tebas. Entre las muchas cosas interesantes de Hery, al servicio, como Djehuty, de una mujer, están que tiene un hermano apodado "el semita" y una hermana al que una inscripción denomina "la malvada".

"Vamos a excavar su pozo funerario, que ya hemos encontrado, y llegaremos a su cámara sepulcral. Hery es la estrella ahora". Champollion entró en la tumba, pero, como la de Djehuty, está muy poco estudiada. Y toda la zona está llena de otros sepulcros de desconocidos, al menos una docena de la misma época. Galán deja la mirada perdida en el infinito. Como para sí mismo, dice con una sonrisa: "En realidad, nadie sabe cuántas tumbas nos están esperando".

Artículo: Jacinto Antón.

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