Novedades editoriales

25 de septiembre de 2011

William Matthew Flinders Petrie


Era un enamorado de los experimentos científicos, la Química y las Matemáticas. Pero desde joven recorría las tiendas londinenses de antigüedades y llegó su interés a ese punto en que los estudios realizados no bastaban para saciar su ansia de saber. Ya entonces echaba en falta estudios fundamentales sobre la Arqueología. Sus inicios en este campo comenzaron en Gran Bretaña, con trabajos sobre el monumental conjunto de piedra neolítica de Stonehenge. En 1880 marchó a Egipto, donde pasaría 46 años de excavaciones casi ininterrumpidas.

Años más tarde, la tónica comenzaría a ser la de excavar concienzudamente un palacio o un conjunto concreto, a veces durante lustros. Petrie fue el último egiptólogo que se dedicó al conjunto del país en sus estudios. Así como Mariette se especializó en nutrir nuestros conocimientos sobre la vida cotidiana del País del Nilo de antaño, Petrie alcanzó unos vastísimos conocimientos acerca de pequeños objetos de interés arqueológico, utilísimos para establecer determinaciones cronológicas: cerámica, estatuillas, artes menores en definitiva, pero a los que hizo servidores de su empresa.

Sin embargo, un hombre que dedica 46 años a recorrer Egipto no podía limitarse a las artes menores del Antiguo Egipto. Sería el primero en medir concienzudamente la Gran Pirámide, y entre sus muchos descubrimientos señalados está el de la entrada de la pirámide de ladrillos de Hauwara y, dentro, la tumba de Amenenhet III. A diferencia del resto de las pirámides conocidas, su entrada no estaba en uno de los lados, concretamente en el oriental. Nadie la había encontrado antes, y él decidió cortar por lo sano. Ni corto ni perezoso, excavó un muro transversal en la pirámide. Estuvo así semanas enteras.

Cuando finalmente llegó a las cámaras, se encontró con que la pirámide ya había sido violada por ladrones, muchísimo antes. Sin embargo, encontró allí la tumba de Amenenhet III, que es sin duda el mayor de sus méritos arqueológicos.

A Petrie le dolía, en su fuero interno, en su orgullo de explorador, ver cómo los ladrones de antaño le habían vencido en inteligencia, al haber conseguido sortear trampas y señuelos y alcanzado su objetivo. Se trataba de una labor de semanas, meses, quizá de años. Y habrían trabajado en peores condiciones que él, que, después de todo, actuaba en la legalidad y sin miedo de guardianes y sacerdotes. Algo no encajaba, y Petrie vislumbró una explicación mucho más razonable, y que, de paso, dejaba su ego algo mejor parado: la corrupción.

¿Cómo era posible trabajar a escondidas un año dentro de una pirámide, saquearla y llevarse sus tesoros sin la complicidad de sus guardianes? Una pirámide no deja de ser una tumba. La de un solo hombre. Pero la del más rico y poderoso del mundo. Sobre la tumba, toneladas de piedra caliza dispuestas siguiendo pasadizos que llevan a vías muertas y salas ocultas. Dentro, y para disfrutar de ellos en su nueva vida, almacena cuanto ha de servirle en ella como hizo en esta: principalmente riquezas incalculables. La idea era la de que, en el otro mundo serían tratados de acuerdo con sus riquezas...Su Más Allá, que no es cielo ni tierra, estaba poblado, por los muertos, siempre y cuando estos se hubiesen llevado todos los medios de vida necesarios para su existencia, que era el punto esencial. (Nos preguntamos, si esta teología resultase efectivamente ser la buena, cuántos ladrones ocuparían en ese Más Allá plaza de faraón).

De manera que tenemos una inmensa caja fuerte que proclama a los cuatro vientos y desde cientos de metros de altura, su contenido. No olvidemos sus dimensiones: la mayoría de las catedrales europeas cabrían dentro de la Gran Pirámide. Lo extraño sería que no atrajese a los ladrones. Sabemos que a principios de la XVIII dinastía apenas había en todo Egipto un sepulcro real que no hubiese sido profanado. Esto afectaba profundamente al aspecto religioso, pues esa momia no podría acceder a la vida futura, al haber sido despojada de su armadura mágica. Es por esto que los antiguos egipcios cambiaron su estrategia funeraria...

Curso on-line