Para el uso cotidiano se necesitaban materiales de soporte más práctico, de modo que los egipcios inventaron, junto con su escritura, también el papiro, el papel de la antiguedad.
Papiro es el nombre que recibe el soporte de escritura elaborado a partir de una planta acuática, también denominada papiro, muy común en el río Nilo, una hierba palustre de la familia de las ciperáceas, el Cyperus papyrus.
La cosecha de matas de papiro forma parte de los temas que aparecen en las decoraciones de las tumbas, pero no en cambio la fabricación de los rollos de papiro. Los relatos de Plinio y los intentos modernos de recuperación nos permiten, sin embargo, reconstruir el proceso.
Se cortaba la médula de las cañas de papiro en delgadas tiras, que se colocaban formando dos capas superpuestas en sentido horizontal y vertical.
Por medio de la presión aplicada y golpeando este material, se conseguía que ambas capas quedaran encoladas, puesto que la planta contiene suficiente jugo, compuesto en parte de almidón.
Con ayuda de una piedra se alisaba el papiro, una vez seco, y despuén se recortaban los cantos. El formato de las hojas oscila entre 50 y 20 cm de altura, y entre 40 y 15 cm de ancho. Para los textos laros se encolaban varias hojas juntas, casi siempre 20, formando con ellas un rollo.
Primero escribían sobre las fibras con sentido horizontal, que se enrollaban hacia adentro, pero muchas veces, siguiendo razones de economía , los escribas empleaban también las caras externas. Con cierta frecuencia lavaban los rollos usados y escribían de nuevo.
Sus utensillos para escribir consistían en un estuche para los cálamos de junco, un recipiente de tinta, un recipiente de agua, y una paleta con dos huecos para mezclar la tinta roja y negra, fabricadas con hollín y ocre rojo respectivamente. Los títulos y las partes que merecían ser resaltadas la escribían en tinta roja.
