Coronado faraón con el nombre de Menpehtyra Ramsés, nadie sospecharía que aquel hombre de avanzada edad iba a llegar a poseer el poder absoluto sin estar emparentado ni de lejos con la declinante dinastía XVIII. Proveniente de la zona de Avaris, la denostada y derruida capital de los hicsos, el comandante Paramesu fue escalando posiciones durante el reinado de Horemheb hasta convertirse en su visir y segundo a bordo. Debido a la actitud de ambos personajes y de sus sucesores con los reyes del turbulento periodo de Amarna, se cree que tanto Horemheb como Paramesu tuvieron un papel muy importante en la restauración del culto a Amón, convirtiéndose posteriormente en los primeros perseguidores de las huellas del «hereje» Ajenatón y su familia.
El fundador de la dinastía XIX gobernó tan sólo durante un periodo de dieciséis meses, de 1306 a 1305 a. C., aproximadamente –aunque algunos autores lo fechan algo más tarde, en torno a 1292-1291 a. C.– . Aunque desconocemos el papel exacto que desempeñó el monarca en tan poco tiempo, lo más posible es que se dedicara a implantar la nueva dinastía y seguir las mimas líneas de acción de Horemheb. Tras su breve reinado de transición, el trono pasaría a Sethy I, quien reemprendería con aún más determinación la construcción de nuevas empresas y la restauración del perdido imperio en Asia.
Situación
La tumba de Ramsés I se halla en el centro del Valle de los Reyes, a la entrada del wadi suroriental de la necrópolis, con su eje casi completamente alineado al suroeste. Su entrada está a muy pocos metros de KV17, en la misma ladera que KV10 y KV11, situadas más al oeste. Al igual que otras tantas tumbas de las proximidades, KV16 sufrió el daño de las escasas y violentísimas inundaciones que periódicamente han asolado las necrópolis tebanas, aunque no con consecuencias tan desastrosas como en otros sepulcros.
Entonces, los constructores de Deir el-Medina, en un alarde de profesionalidad, aceleraron considerablemente las obras, improvisando una pequeña cámara sepulcral (J) bien excavada y pulida e incluso dotada de decoración para la gloria del difunto monarca. De haber vivido algún tiempo más, sin dudas se habría seguido con las estancias tradicionales –un pasillo, el pozo funerario, la sala de pilares, dos corredores más, una antecámara y la propia cripta–, pero sólo se tenían unos pocos meses para acabar un trabajo en el que se solían invertir varios años. Aun así, es probable que llegasen a cumplir con su cometido antes de la coronación de Sethy I, mientras era embalsamado Ramsés I, pues pudieron excavar dos cámaras laterales enanas (Ja, Jc) y un nicho frontal (Jb) para incluir más ajuar funerario.
Decoración
La muerte de Ramsés I antes de finalizar la tumba provocó que el programa decorativo se viera sensiblemente reducido, pintándose tan sólo la estancia más importante de KV16, la cámara sepulcral. El resto de la tumba permaneció desnudo, como la antigua costumbre de inicios de la dinastía XVIII, aunque en esta ocasión fuera debido a la falta de tiempo. Aun así, las pinturas de KV16 tienen un inmenso parecido –incluso es posible que fuera obra de los mismos autores– tanto en las formas como en lo motivos con las de KV57, la tumba del antecesor de Ramsés I en el trono, Horemheb. Incluso de vuelve a recurrir al fondo azul grisáceo tan propio del sepulcro del anterior faraón.
La tumba de Ramsés I fue descubierta en octubre de 1817 por el italiano Giovanni Battista Belzoni, sólo unos pocos días antes del hallazgo de KV17, capaz de eclipsar con su belleza y magnificencia a cualquiera de los otros sepulcros por entonces conocidos del Valle de los Reyes. Aun así, KV16 también llamó algo la atención de la expedición de Belzoni –patrocinada por el coleccionista de antigüedades inglés Henry Salt–, sacando a la luz los pequeños restos del equipamiento funerario que aún quedaban, tales como estatuas guardianas de madera o pequeñas figurillas de dioses aún sin nombre, con forma de hombres con cabezas de chacal, mono y león, e incluso una mujer con una tortuga por cabeza, quizás el hallazgo más curioso. El enorme sarcófago de granito rojo fue abandonado en la cámara sepulcral.
Tras el paso de Belzoni, no se han registrado nuevas labores de excavación de KV16. Fue visitada más tarde por Burton, Lepsius o Piankoff, que documentarían o traducirían los escritos de las paredes. Dado que la tumba se ha resentido notablemente en su estructura por las inundaciones, y corre riesgo de derrumbe, el Consejo de Antigüedades ha instalado unas aparatosas vigas de madera en la cámara sepulcral, alrededor del deteriorado sarcófago. No se han realizado más labores de conservación hasta el momento.
Momia real
Ramsés I descansó en su tumba más de doscientos años, hasta que, quizás durante el reinado de Esmendes I, su cuerpo fuera trasladado a un lugar más seguro que además sirviera de refugio a otras momias reales. Este sitio resultó ser KV17, donde además de Ramsés I estaban resguardados los cadáveres de su hijo y su nieto, Sethy I y Ramsés II. Y juntos, los tres primeros reyes de la dinastía XIX reposarían algún tiempo más hasta que volvieron a ser trasladados primero a la tumba del acantilado de la antigua reina Ahmose-Inhapi y después a DB320, en Deir el-Bahari. Éste fue el lugar de destino de gran parte de los faraones del Imperio Nuevo, y permaneció oculto durante siglos hasta su descubrimiento a mediados del siglo XIX por la familia Abd el Rassul, quien traficó con gran parte de los objetos e incluso algunas de las momias que allí reposaban.