Los egiptólogos dan con preferencia este nombre a los monumentos funerarios de los bueyes Apis, entre los que sobresale el de la necrópolis de Menfis, llamado el Serapeum de Saqqara, que fue descubierto en 1851 por el arqueólogo francés Auguste Mariette.
En tiempo de Arístides el orador (200 a. C.), Egipto contaba cuarenta y tres serapea. Asia, Grecia e Italia, tenian igualmente gran número. En Corinto, el culto de Serapis estaba unido al de Isis.

La veneración del toro Apis está atestiguada, según la Piedra de Palermo, desde la Dinastía I. Fue adorado en Menfis, mientras vivía, como la encarnación del ka de Ptah, dios creador, pero al morir se le asimilaba a Osiris, el dios de la resurrección. Se le llamó «El heraldo de Ptah». Los enterramientos rituales del toro Apis tuvieron su apogeo tardíamente. Al morir un toro Apis se iniciaba un largo y complejo ritual, el cual permitiría al toro renacer. Estos toros sagrados fueron enterrados en sarcófagos, elaborados con bloques pétreos monolíticos.

El arqueólogo Auguste Mariette descubrió este legendario lugar en 1850. Los veinticuatro sarcófagos hallados habían sido saqueados. También encontró en este sitio la famosa estatua del «Escriba sentado», que se considera una de las más bellas esculturas egipcias.
