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12 de enero de 2020

El templo de Debod, un puzle que volvió locos a los arqueólogos


Se conocía como el “país de oro”. No en vano, la región de Nubia, situada en el estrecho corredor originado por la prolongación del Alto Egipto hacia la desembocadura del Nilo, constituía una de las principales fuentes de oro y materias primas (pieles, ébano, marfil, incienso...) del antiguo Egipto. La riqueza y variedad de sus recursos convirtió la zona en un destacado lugar de intercambio comercial y cultural entre los pueblos del África negra y los mediterráneos.

Una de sus aldeas, Debod, en la llamada Baja Nubia (hoy entre la primera y la segunda cataratas del Nilo), marcaba uno de los límites naturales de Egipto. Justamente allí, hace dos milenios, Adijalamani, rey de Meroe, ordenó levantar un pequeño templo en honor a Amón, padre de todos los dioses. Que en la actualidad podamos contemplar ese monumento en el parque del Oeste de Madrid es fruto de una larga historia, nacida de la voluntad de unas naciones por conservar el patrimonio cultural mundial.

De Amón a Isis

Levantado entre 200 y 180 a. C., el templo de Debod constituía un lugar de paso para los peregrinos que recorrían la ruta sagrada hacia el gran centro religioso dedicado a la diosa Isis en la cercana isla de Filé. El edificio era conocido como “capilla de los relieves” debido a las escenas rituales representadas en sus muros. En ellas podían leerse proclamas como “El rey Adijalamani hace el monumento a su padre Amón” o “Amón que habita en Debod”, claros certificados de la razón de ser del templo, honrar a Amón, “el oculto”.

Pero la posterior intervención de tres reyes de la dinastía ptolemaica (Ptolomeo VI Filómetor, Ptolomeo VIII Evérgetes II y Ptolomeo XII Neo Dioniso) fue reorientando el culto de este santuario en beneficio de la diosa Isis, a la que se dedicó una nueva sala añadida al núcleo original.

Más tarde, tras la anexión de Egipto al Imperio romano, los emperadores Augusto y Tiberio realizaron nuevas obras de ampliación en el templo. Entre ellas destacan la construcción de un pronaos (vestíbulo) de fachada columnada, con un acceso flanqueado por otras dos columnas, y la decoración de los muros internos del mismo.

Algunos siglos después, entre 535 y 537 d. C., el emperador Justiniano decretó el cierre de los templos egipcios –entre ellos el de Debod–, una de sus medidas para cristianizar la región de Nubia. A partir de entonces, el templo de Debod sería visitado tanto por nómadas como por peregrinos paganos, cristianos e incluso por musulmanes.

Inevitable decadencia


La primera referencia moderna al templo de Debod corresponde a una breve descripción del lugar realizada por el danés Frederic-Louis Norden en 1737. Pero la más extensa y detallada la ofrecería en 1813 el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt, que fue enviado a inspeccionar la zona por orden de Napoleón Bonaparte.

A lo largo del siglo XIX, el templo continuaría recibiendo numerosas visitas de occidentales –entre ellas la del considerado padre de la egiptología, Jean-François Champollion–. Ellas permitirían documentar la evolución del deterioro del santuario, agudizado en 1868 por el efecto de un fortísimo terremoto.

En 1907, la construcción de la primera presa de Asuán (conocida como la presa baja) constituyó un serio revés para el templo: este pasaba a permanecer bajo el agua entre ocho y diez meses al año, quedando libre tan solo en verano. Su estado de conservación era cada vez peor, y la piedra arenisca, así como la policromía y algunos de sus relieves, sufrió daños poco menos que irreparables.

A la vista de su deterioro, el Servicio de Antigüedades de Egipto, de la mano del arquitecto egipcio Al Barsanti, realizó una primera reconstrucción del santuario. Tras la conclusión de la obra, el alemán Günther Roeder llevó a cabo un estudio exhaustivo con documentación fotográfica, dibujos de planos, alzados y comentarios. Su trabajo sigue siendo, un siglo después, la principal referencia bibliográfica del templo de Debod.

A finales de los años cincuenta, Egipto planteó la ejecución de una nueva y gigantesca presa en el curso alto del Nilo, capaz de almacenar más de 150 millones de metros cúbicos de agua. A raíz de la presentación del proyecto, la Unesco se apresuró a poner en marcha la bautizada como Campaña de Nubia en abril de 1959. Había que salvaguardar los monumentos y yacimientos arqueológicos de aquella región antes de que fueran sumergidos bajo las aguas para siempre.

Un año después, bajo la dirección del profesor Martín Almagro Basch, se constituía el Comité Español para el salvamento de los tesoros arqueológicos de Nubia. Además de aportar fondos para el salvamento de los templos de Abu Simbel y Filé, el gobierno español colaboró en la excavación de yacimientos de la Nubia sudanesa y egipcia. Se llevaron a cabo hasta siete campañas arqueológicas, cuyos resultados se detallaron en once volúmenes de memorias.

Manipulación precipitada


En 1961 el templo de Debod fue trasladado piedra a piedra hasta la isla de Elefantina, frente a la ciudad de Asuán, y se realizaron algunas excavaciones de los cimientos de la construcción y en los alrededores del templo. Estos trabajos, ejecutados a expensas de la Unesco, los dirigió el Servicio de Antigüedades de Egipto, asistido por una misión arqueológica polaca.

Según el profesor Almagro, se llevaron a cabo con demasiada precipitación, renunciando a salvar elementos esenciales de la construcción: “No se recuperó ninguna de las piedras del fundamento de la construcción, ni siquiera aquellas sobre las cuales arrancaban los muros, que tenían un interés por su labra. Solo a base de los antiguos planos y secciones que dejaron los estudios llevados a cabo por los arqueólogos que se ocuparon del templo se pudo reproducir la forma de la moldura que ofrecían los bloques sobre los que se cimentó”.

El 30 de abril de 1968, la presidencia de la República Árabe Unida (el nombre oficial de Egipto por entonces) certificaba la adjudicación de este templo egipcio a España. En su decreto anunciaba que se ofrecía “el templo de Debod al gobierno español y a su pueblo, en consideración por sus esfuerzos en la contribución a la salvaguarda de los templos de Abu Simbel”. Era una gran noticia.

Viaje a una nueva casa

El templo de Debod quedó almacenado en la isla de Elefantina hasta abril de 1970, momento en que sus bloques, embalados en cajas, fueron transportados hasta el puerto de Alejandría. Un mes más tarde, el vapor Benisa zarpaba de esta ciudad costera egipcia en dirección a España con los bloques del templo a bordo. Desde Valencia se transportaron por carretera hasta Madrid, donde fueron almacenados en el alto que ocupaba el antiguo Cuartel de la Montaña.

En el momento de la entrega, el Servicio de Antigüedades de Egipto facilitó al profesor Almagro un plano del santuario, un croquis de los alzados con una numeración de la situación de los bloques y una colección de fotografías hechas sin referencia alguna. Pacientemente, el equipo de reconstrucción español tuvo que interpretar el plano y subsanar algunos errores .

Algunos bloques compartían referencia topográfica, alrededor de cien habían perdido su numeración y fue preciso averiguar la verdadera ubicación de otros cuatrocientos, lo que complicó enormemente los trabajos de reconstrucción.

Mientras tanto, se decidió en qué lugar de la capital se situaría el templo egipcio. Sería cerca de la plaza de España, junto al paseo del pintor Rosales, en el parque del Oeste.

Manuel Herrero Palacios, arquitecto jefe de los servicios de jardines y parques del ayuntamiento de Madrid, se encargó del proyecto. El templo de Debod debía constituirse en elemento central del parque.

Para su emplazamiento, Herrero diseñó una plataforma que permitiría conservar la orientación este-oeste que el templo tenía originalmente. Tras montar los bloques sobre una base de piedra, que aislaba el conjunto del contacto con el suelo, el templo fue recuperando su aspecto.

Se completó con piedra blanda de diferente color, traída de Salamanca, de forma que pudiera distinguirse la parte original de la añadida. La terraza se cubrió para proteger el templo de las inclemencias del tiempo, y se trataron químicamente algunos bloques exteriores para garantizar su buena conservación. Se intentó, además, recrear una atmósfera similar al clima nubio mediante la instalación de aire acondicionado caliente en el interior del templo.

Luego se reconstruyeron dos de los tres portales de piedra de acceso al templo, a los que rodearon de un estanque poco profundo para evocar el ambiente fluvial original. Tras dos años de intenso trabajo, el 18 de julio de 1972 quedó inaugurado el “nuevo” templo de Debod. Tal como lo podemos visitar en la actualidad.

Artículo: Carles Padró Sancho.

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