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14 de mayo de 2018

El Gran Museo Egipcio: moderna arca que alberga 5.000 años de historia


Bajo el intenso sol egipcio, en las afueras de El Cairo, frente a la meseta donde están las pirámides de Guiza, se termina de afinar el edificio que albergará el mayor museo de arqueología de Egipto. Su construcción se hunde bajo las arenas del desierto, con más de la mitad de su edificio bajo tierra, con el fin de resaltar el paisaje con las pirámides. El museo rinde honor a la ancestral y riquísima historia de las dinastías faraónicas.

El edificio del Gran Museo Egipcio de Guiza (GEM) se aprecia, en las vistas aéreas, “como un tejado que abraza el desierto y refleja las tres pirámides de 4.000 años de antigüedad”, comenta el director del museo Tarek Tawfik. La construcción se emplaza en un terreno de 117 hectáreas y se continúa levantando con extrema seguridad, oculta tras una alta muralla y custodiada por fuerza militares.

Este año, luego de casi una década de trabajo y de sucesivas postergaciones, será finalmente inaugurado. Su director ha señalado que la fecha sería quizás después de las elecciones de agosto. O tal vez antes, en mayo, según dijo el ministro de Antigüedades, Jalel al Anany.

“En todo caso, se completó prácticamente el 71 por ciento de los trabajos, que es con lo que estaríamos inaugurándolo, pues lo que falta se abriría en 2022”, aseguró Tarek Tawfik. Con este hito cultural se busca volver a seducir a miles de visitantes —que han mermado por los atentados terroristas—, y se espera llegar a unos 10 millones de espectadores al año.

El esperado museo será cinco veces mayor que el viejo Museo Egipcio de El Cairo. Contará con enormes espacios para desplegar las creaciones de la antigüedad egipcia, con salas amplias y techos muy altos, “y ofrecer estancias diáfanas, luminosas y con una visión casi mágica hacia las tres pirámides”, explica el director del museo. Tendrá 25.000 metros dedicados solo a exponer, dentro de 100.000 metros construidos. Exhibirá 100.000 piezas arqueológicas, 50.000 de ellas nunca antes mostradas al público. Hace unas semanas llegó hasta allí una colosal estatua de Ramsés II, uno de los íconos del futuro museo, que fue trasladada —protegida y sobre ruedas— por las calles de El Cairo, casi como la deidad.

La mayoría de los tesoros provienen del Museo Egipcio, ubicado en la plaza Tahrir, construido en 1922. Su limitado espacio llevó a una peligrosa sobresaturación de piezas en las salas de exposición —fuimos testigo de ello— y también en las bodegas, lo que hacía urgente contar con otro edificio. El viejo museo se mantendrá en funciones y exhibirá algunas obras de la civilización egipcia.

La oficina del grupo irlandés Heneghan Peng Arquitectos fue la escogida para realizar el ambicioso y complejo trabajo. Ganó el concurso en el que participaron 1.500 proyectos de 88 países, convirtiéndose en el segundo proyecto de arquitectura con más convocatoria de la historia —incluso más que el Centro Pompidou y la Biblioteca de Alejandría—, solo superado por el nuevo Trade Center de Nueva York. La ingeniería es responsabilidad de Buro Happold y Arup, los mismos que trabajaron en la Ópera de Sídney.

El sugerente y hermoso edificio posee una fachada traslúcida con un diseño de una geometría triangular que dialoga con la solidez y la pureza geométrica de las pirámides. Mira a la necrópolis de Guiza a través de amplias galerías acristaladas. Ese concepto de mirador hacia las antiguas construcciones —que se podrá vivir más intensamente en el último nivel, dedicado a la muestra permanente— crea un puente entre lo contemporáneo y lo ancestral (elemento clave para ganar el proyecto). Una amplia escalera de 25 metros, flanqueada por colosales estatuas, conducirá hasta allí.

La construcción ha sido compleja. “No hay columnas, apenas tiene ángulos rectos, y la construcción del techo ha resultado muy ardua. La mayor parte va además bajo tierra, para no distraer del paisaje de las pirámides”, cuenta el director.

El costo estimado del edificio, en tres fases, era de 810 millones de dólares, pero ha subido a 1.000 millones, debido a las demoras principalmente. Ha sido financiado, en parte, por préstamos japoneses. “Pero ningún otro país ni organización se ofreció realmente a ayudar a financiar su construcción, que es para la protección del patrimonio de Egipto”, aseguró Tarek Tawfik.

La monumental estatua de Ramsés II, con 3.200 años de antigüedad, de 11 metros de alto y 83 toneladas de peso, dará la bienvenida al público. Esa esfinge es del tercer faraón de la dinastía XIX, quien condujo a Egipto a un último período de esplendor. Reconocido por sus cualidades como militar, gobernante y diplomático, su reinado —aproximadamente entre 1301 y 1237 a. de C.— fue una época especial de paz y progreso, lo cual se refleja en las grandiosas realizaciones arquitectónicas edificadas, como el templo de Abu Simbel, también llamado de Ramsés II, uno de los más célebres, en el sur de Egipto.

También se construyó durante su reinado la sala hipóstila del templo de Amón en Karnak, un espacio arquitectónico religioso de más de 5.000 metros cuadrados, en la antigua Tebas, comparable con la planta basilical y paleocristiana.

Pero la mayor novedad del nuevo museo, anuncia su director, es que exhibirán juntas, por primera vez, las casi 5.000 piezas del ajuar funerario de Tutankamón, encontradas en la tumba del joven rey, muerto a los 18 años. La sepultura fue descubierta por Howard Carter en 1922, en la necrópolis del Valle de los Reyes, cerca de Luxor, en donde se encuentran las tumbas de la mayoría de los faraones del Imperio nuevo.

La idea es inaugurar el Gran Museo Egipcio con una muestra distinta de la habitual, que cuente el estilo de vida cotidiano de Tutankamón. Es decir, mostrar qué bebía, qué comía, cómo era la moda hace 3.000 años en la antigua Tebas del faraón niño. Y con qué jugaba, cómo eran su cama y sus objetos personales, según las piezas encontradas en la tumba y hoy en plena restauración. “Estarán su armario, sus sandalias, sus objetos cotidianos... Nos alejaremos de la imagen de Tutankamón como el faraón dorado y nos acercaremos más al ser humano”, cuenta Tawfik.

Los tesoros de Tut, como lo llaman en Egipto, serán exhibidos en una de las enormes salas del museo. El ministro de Antigüedades ha señalado que entre las piezas más valiosas que han llegado hay “dos estatuas de grano rosa de Tutankamón”. También estará su carro, entre muchos objetos más.

Además, exhibirán 87 grandes esculturas de diversos periodos de los faraones. Han llegado capiteles, estatuas de Micerino, esfinges y escrituras en piedra del Imperio medio. “El museo expondrá momias de las dinastías XXV, XXVI y XXVII”, precisan. Por otra parte, en el segundo nivel habrá salas de realidad virtual. Espacios que recrearán los diferentes complejos arqueológicos donde se encontraron las piezas.

Lo que ya está en funciones en el museo es el avanzado y enorme laboratorio de restauración. Trabajan ahí —como verdaderos cirujanos— 160 especialistas, distribuidos en 16 salas. Son 80 arqueólogos y 80 expertos en conservación. “Es el mayor centro de conservación y restauración del mundo”, afirma el director. Cooperan en su implementación y desarrollo Japón y varias organizaciones científicas del mundo.

Cada experto trabaja durante meses en una pieza, pero si es de gran tamaño participan varios especialistas. Mohammed Safwat, por ejemplo, ha sido el encargado de reconstruir el verdadero rompecabezas que constituyen las pequeñísimas piezas que conforman las sandalias de Tut, aquellas con las que el niño rey caminaba sobre el desierto, en el año 1300 a. de C. “Estas sandalias por primera vez son reconstruidas así”, dice con orgullo.

El centro cuenta con un laboratorio especial para tamaños monumentales, con puertas y grúas para mover las piezas. Han recibido esfinges, carros reales y piezas de las construcciones, como un capitel de diez columnas y una estatua de alabastro de Micerino. Se ha estado restaurando además un papiro de la dinastía XXI. También, varios sarcófagos policromados, un carro de guerra dorado y otras piezas, relata Eisa Zidán, director de restauración.

Los cuidados y resguardos incluyen las piezas orgánicas, que deben ingresar a una unidad de fumigación preventiva antes de llegar a los laboratorios, divididos según su especialidad en madera, metal o vidrio.

El gran laboratorio está también abierto a estudiosos e investigadores de distintas partes del globo. “En un mundo tan entusiasmado con la egiptología, señala Tarek Tawfik, y en el que existen cientos de museos dedicados a ello, este busca ser un lugar capaz de mostrar, a fondo, nuestro patrimonio, con los últimos descubrimientos y lo nuevo que se está haciendo aquí, en Egipto”.

Todo ello frente a uno de los sitios arqueológicos más trascendentes del mundo, que luego se potenciará aún más y establecerá un diálogo entre esas pirámides y el mayor museo egipcio, levantado con una mirada y tecnología del siglo XXI, pero con una sensibilidad que cuida al antiguo Egipto y al sorprendente legado de esta civilización —en medicina, ciencia, astronomía, aritmética, artes, arquitectura, construcción— surgida hace 5.000 años en el valle del Nilo, entre el mar Mediterráneo y Asuán.

Artículo: Cecilia Valdés Urrutia.

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