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23 de mayo de 2012

Los papiros del saber


El conocimiento en el Antiguo Egipto era algo teocrático, nada tenía que ver con lo humano. No debe, pues, extrañar que hayan sido las personas más cercanas a las divinidades (sacerdotes) las encargadas de custodiar el tesoro de las ciencias (saber sagrado), celosamente guardado en los templos. El hombre sólo se dedicaba a trabajar bajo la protección de los dioses.

Heródoto de Halicarnaso, considerado como el «padre de la historiografía», dedica el libro 2 de su famosa obra «Los nueve libros de la Historia» -la primera aportación griega en prosa que se ha conservado- a la geografía y costumbres de Egipto. Relata que la medicina era practicada por verdaderos especialistas, no obstante se utilizaban métodos propios del exorcismo, tal como testimonian algunos de sus remedios curanderos (cerebro de tortuga, leche de mujer que tuvo relaciones con varón joven, excremento de león...). La historia de la medicina se halla recogida en algunos papiros que -como se indicará más adelante- describen recetas y metodologías de diagnóstico encomiables.

La matemática egipcia se basaba esencialmente en la operatoria aritmética, pero con una finalidad aplicada. De manera análoga, la geometría tenía una orientación práctica relacionada con las medidas. A pesar de que son bastante desconocidos sus conocimientos sobre la alquimia por la ausencia de documentos, sí se sabe que dominaban el proceso de curtido de pieles, el mortero de cal o el vidrio.

Hay otros dos aspectos técnicos que sobresalen de la civilización egipcia. Uno es el mecanismo de medición de las crecidas del Nilo; el otro versa sobre la edificación de las pirámides.

Los desbordamientos periódicos del río sagrado obligaban a replantear anualmente los límites agrícolas y, para cuantificar las inundaciones, se utilizaron unos pozos controladores del nivel acuoso (nilómetros) que se repartían a lo largo del curso fluvial. Constaban de varios escalones graduados -algunos con cerca del centenar de peldaños- situados al borde del cauce, cuya marca o señal hídrica se utilizaba como medida para gravar los impuestos (al apreciar la extensión de las tierras cultivables), pues la bondad de las cosechas se encontraba en relación directa con la cantidad de limo depositado por las aguas.

La arquitectura alcanzó cotas de extraordinario desarrollo. Se introdujo la piedra tallada como material constructivo, buscando un afán de monumentalidad; específicamente, dentro del ámbito funerario se establece una diferenciación volumétrica entre las tumbas reales (pirámides) y las de sus súbditos (mastabas). La perfección de la construcción de las pirámides denota un avanzado conocimiento geométrico y astronómico. La orientación de las tres que componen la necrópolis de Guiza (Keops, Kefrén y Micerinos) coincide exactamente con la de las tres estrellas centrales de la constelación de Orión (Osiris para los egipcios).

Los levantamientos topográficos realizados durante la expedición militar de Napoleón a esos lugares en 1798 demostraron que las obras faraónicas respondían a un plan místico-arquitectónico basado en rigurosas observaciones astronómicas, delatadoras de que fueron levantadas mirando al cielo. No deja de extrañar que, en una época en la que aún no se había inventado la brújula, algunas pirámides -como las tres aludidas- muestren sus cuatro lados orientados según los puntos cardinales, y sus alturas representen el radio de una circunferencia cuya longitud es igual al perímetro de la base. La entrada a la pirámide de Keops está emplazada hacia una estrella correspondiente a la Polar y el pasadizo de ventilación se encuentra situado de tal forma que la radiación de la estrella más brillante del cielo nocturno vista desde la Tierra (Sirio) podía iluminar la cabeza del sarcófago del faraón cuando atravesaba el correspondiente meridiano.

Algunos papiros redactados por los escribas en escritura hierática -más sencilla y estilizada que la jeroglífica- durante las dinastías XII y XIII contienen información que atestigua la existencia de una matemática, geometría y medicina ciertamente avanzadas, utilizadas siempre bajo una óptica de utilidad.

El «papiro de Moscú», uno de los más importantes manuscritos de ese período, fue comprado en 1883 por el ruso Vladimir Golenishchev, uno de los precursores de la egiptología; escrito durante la dinastía XII (hacia el año 1890 a. C.), se conserva en el Museo de Bellas Artes de Moscú. Con 5 metros de longitud y tan sólo 8 centímetros de anchura, consta de veinticinco problemas matemáticos de cierta complejidad y de un conjunto de soluciones geométricas de interés, por ejemplo, se establece de modo correcto el cálculo del volumen de una pirámide truncada de base cuadrangular y el área de una superficie parecida a un cesto.

Los denominados «papiros de Lahun», por ser hallados en la aldea homónima -donde se encuentra la famosa pirámide de Senusert II-, representan una colección de documentos rescatados en 1889 por el egiptólogo londinense Flinders Petrie y datados como del final de la dinastía XII (hacia el año 1800 a. C.). Incluyen, entre otros varios, tratados de matemáticas y de obstetricia. Los fragmentos matemáticos contienen diferentes cálculos del volumen de un contenedor cilíndrico de cereales, resolución de ecuaciones y aparece, por primera vez, la raíz cuadrada. Desde el punto de vista médico, se describen remedios para tratar enfermedades de la vagina y del útero, así como métodos de diagnóstico del embarazo. No olvida los asuntos veterinarios al describir dolencias de animales, centrándose de manera concreta en perros y gatos.

Considerado como la mayor fuente de conocimiento de matemática egipcia, el «papiro Rhind» fue comprado en 1858 por el estudioso escocés Henry Rhind en Luxor. Confeccionado por el escriba Ahmes -aproximadamente en el año 1650 a. C., a partir de escritos de 200 años de antigüedad-, presenta grandes dimensiones (unos 6 metros de largo y 33 centímetros de ancho) y se conserva en el Museo Británico de Londres.

Comienza con la frase: «Cálculo exacto para entrar en conocimiento de todas las cosas existentes y de todos los oscuros secretos y misterios», y aclara cuestiones aritméticas básicas (87 problemas), fracciones, cálculo de áreas, volúmenes, progresiones, repartos proporcionales, reglas de tres, ecuaciones lineales y trigonometría básica. Lo curioso de este documento es que es una copia de textos anteriores y probablemente sólo reproduce determinados aspectos utilitarios del saber de entonces.

Artículo: Manuel Gutiérrez.

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