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18 de junio de 2011

Templo de Debod


El Templo de Debod, un trocito de Egipto en Madrid. Un rincón que ni siquiera es de este lugar o este tiempo. Está tan cerca y sin embargo tan alejado, tanto en el tiempo como en el espacio que parece irreal.

En el tiempo porque es de esa época que los expertos han llamado a.C (Antes de Cristo) o B.P (Before Present para los angloparlantes), según tus creencias o forma de expresarte; y en el espacio porque pertenece a un lugar alejado de estas tierras madrileñas, casi en el otro extremo del Mare Nostrum, remontando el curso del río Nilo, pasando la primera catarata, ya en tierras Nubias, hallaremos su lugar de origen: Debod.

Efectivamente, hay un lugar en Madrid que tiene sabor Egipcio: El Templo de Debod. Está situado en el llamado “Cuartel de la Montaña”, aunque la mayoría lo conoce como “Parque del Oeste” en pleno centro de la ciudad.

¿Cómo y cuándo llegó este tesoro de los faraones? El cómo: En 1953 y debido a la nueva política de la recién estrenada República de Egipto, para dar solución al problema de escasez de tierra fértil, de todos conocido, se aprobó la titánica obra de ingeniería que es la Presa de Assuan. Estos trabajos llevaban aparejados la destrucción de cientos de sitios arqueológicos de mayor o menor importancia, que quedarían en la zona inundable de la futura presa. Entre estos testigos del pasado condenados a desaparecer, se encontraban los magníficos templos de Abu-Simbel, el templo mayor dedicado a Ramses II y el menor, donde se rendía culto a su Gran Esposa Real, Nefertari. Estos templos, junto a otros de la zona no podían desaparecer, o no al menos sin antes luchar, por lo que en 1954 la UNESCO lanzó un llamamiento internacional para ayudar a salvar los templos nubios, pero la respuesta fue paupérrima.



Lo volvió a intentar en 1959 añadiendo al llamamiento alicientes como la concesión de operaciones arqueológicas y la consideración de donar a aquellos que participaran en la operación algunos de los templos a salvar. Con este panorama, la respuesta fue inmediata: Países como Estados Unidos, España, Francia, Holanda, Italia, Alemania, Polonia, Reino Unido entre otros respondieron al llamamiento; la montaña de Abu-Simbel fue cortada, literalmente en pedazos y trasladada en el mismo lugar, pero 60 metros más arriba para que las aguas no pudieran alcanzarle. Las imágenes de tamaña acción quedaron grabadas en la mente de todos, tanto de los que presenciaron in situ como de los que lo hemos visto posteriormente.

Como ya es sabido, el Gobierno Egipcio, agradecido por la respuesta dada por los países participantes, decidió entregar 5 templos a otros tantos países. España, aun siendo uno de los países que menos aportó económicamente, obtuvo el regalo del templo más grande, el templo de Debod, hecho este que no hubiera sido posible, entre otras cosas, sin la incesante actividad diplomática y la insistencia del profesor Martín Almagro Bach o Constantino Fronista, Canciller de la Embajada de España en El Cairo. Sea como fuere, desde los años 70 del pasado siglo XX, España cuenta con el templo egipcio más grande fuera de Egipto.

El Templo de Debod

Debod es un magnífico exponente de la arquitectura del Egipto Ptolemaico (Dinastía cuyo representante más conocido es Cleopatra VII, la de toda la vida). Su importancia también radica en que es uno de los pocos, por no decir el único testimonio directo de la existencia del Rey meroítico Adijalamani (hacia 200 a.C.), el primer constructor de Debod. Pero vamos por pasos:



Lo primero que nos recibe al llegar al Templo son sus dos pilonos (Puerta monumental que precede al templo en sí mismo. De los pilonos suelen partir los muros que rodean al templo a la vez que delimitan el espacio sagrado), en origen 3, uno de ellos destruido en el terremoto que asoló Egipto en 1868, o puertas de acceso al recinto sagrado

Para comenzar la misma visita, lo mejor que podemos hacer es situarnos ante el primer pilono y atravesar su entrada, cual egipcio que deja su barca y atraviesa la calzada que unía la orilla del Nilo con el templo. Si nos fijamos en estas construcciones, vemos que están coronados por sendas golas. En el primero ésta está lisa, únicamente aparece un rectángulo sin decoración. En el segundo aparece el behedety, disco solar alado que se coloca en lugares de paso, como éste. Esta gola es una reproducción; la original se encuentra en el interior del templo.


Una vez hallamos traspasado las dos puertas, en las que se pueden observar los restos de los cerramientos, llegaremos al edificio principal, típica construcción de época ptolemaica, con columnas con capitel papirirforme labrado en dos de ellas y en las otras dos no, con intercolumnios cegados donde ya existían relieves representando a Augusto ofreciendo al dios Amon (Relieves perdidos en el siglo XIX). A la izquierda se encuentra un edificio anexo, con entrada por el vestíbulo del templo, muy peculiar y de gran importancia, llamada Mammisi, a la que más tarde volveremos.

Si desde fuera Debod parece pequeño, al entrar, nos sorprende la cantidad de posibilidades que tiene. En el vestíbulo (pronaos) encontramos, por un lado, las puertas de acceso a la capilla de Adijalamani (de frente), en cuyo fondo se adivinan más estancias, el acceso a la capilla de purificación o sala Uabet (a la derecha), a la izquierda, el acceso a las escaleras que llevan a la terraza (hoy cubierta) y otra estancia y en la pared lateral izquierda, el acceso al Mammisi. Por otro lado, la pared del pronaos está repleta de relieves sorprendentemente “bien conservados” si tenemos en cuenta que el templo estuvo durante muchos años la mayor parte del tiempo cubierto por las aguas, que nos van contando como el emperador romano Augusto se hace representar como faraón con la doble corona, haciendo ofrendas, a diferentes dioses de Egipto, de izquierda a derecha Isis, Osiris, Amon y Mahesa. Este vestíbulo, aún siendo una de las últimas ampliaciones a la que se sometió al Templo de Debod (los emperadores Augusto y Tiberio) ya nos indica a quién está dedicado el templo: Amon e Isis. Y no es de extrañar que estuviera dedicado a la Gran Maga (Isis) ya que el Templo de Debod se encuentra en la ruta de peregrinación al templo de Philae, donde se le rendía culto.


Una vez en el vestíbulo, tenemos varias opciones para seguir la visita al Templo de Debod y podemos optar por seguir un orden relativamente cronológico y entrar en la capilla de Adijalamani y seguir hasta el fondo donde encontraremos tres estancias más.

La capilla de Adijalamani es la construcción más antigua, la primera que se hizo. Todo lo demás son añadidos posteriores de los faraones de la dinastía ptolemaica y de los emperadores romanos. Además es la única de las estancias que está decorada en su totalidad (si exceptuamos el vestíbulo). No es este lugar ni momento para detallar todos y cada uno de los relieves pues se podría oir algún ronquido. Baste con indicar que son representaciones de Adijalamani ofrendando a los dioses tutelares de Debod: Amon en la pared Norte e Isis en la pared Sur, identificando a cada uno de ellos, de este modo, con su punto cardinal. La capilla cuenta con un sistema de iluminación y cartelería muy útil, que ayuda al visitante a seguir y comprender las escenas.

La cella o sancta santrum

Una vez disfrutado de los relieves, podemos pasar una puerta da acceso a un segundo vestíbulo que nos lleva al lugar más sagrado del Templo de Debod, aquel al que únicamente el Faraón o en su defecto el sumo sacerdote tenían acceso: La cella o sancta santrum, donde se guardaba una estatuilla (se piensa que de oro, metal del que está hecha la piel de los dioses) de Amon y de Isis en sendas capillas de piedra, aunque ahora mismo únicamente se ha conservado la dedicada a Amón. Estas capillas estarían cerradas, al igual que la cella y habitaciones adyacentes, por puertas de madera que se abrían y cerraban 3 veces al dá para despertar, acicalar y dar de comer al dios. A derecha e izquierda de la celda se abren otras estancias en las que se intuye que se adoraba a otros dioses que también tenían su residencia en el Templo de Debod, como el ya mencionado Mahesa y Osiris, pero la falta de relieves que nos informen sobre su uso hace que estas afirmaciones sean, en realidad, suposiciones, teorías, sobre todo para la estancia de la izquierda que tiene ciertas peculiaridades que han provocado que arqueólogos como Ignacio Saúl Pérez-Juana, entre otros, se desmarque de la teoría oficial de capilla de adoración: Esta estancia podría tratarse de un “reloj” ¿Por qué? En primer lugar, los ritos tenían que celebrase a unas horas muy concretas, por tanto, se debía controlar muy bien el tiempo. Segundo, esta estancia tiene aberturas al exterior en unos puntos muy concretos que muy bien se pudieron utilizar para medir el tiempo observando la incidencia del sol y al llegar a determinados marcas, se indicaba que era la hora. Tercero y más curioso: 


Esta estancia, únicamente se puede cerrar por dentro. De este modo, el sacerdote “de guardia” se encerraría en la cámara y nadie podría interrumpir su labor salvo él mismo que saldría cuando hubiera llegado la hora. Esta estancia cuenta, además con una oquedad en la que, por paralelos con otros templos se ha identificado como almacén de objetos rituales.

Sala Uabet

Al volver al vestíbulo de entrada, nos encontramos, a la derecha, la entrada a la “Sala Uabet” y sala de la pureza donde los sacerdotes preparaban los ritos necesarios para las procesiones que se realizaban en el templo. Aquí podemos ver un audiovisual muy interesante sobre la visita que Champollion realizó a Debod.

A la izquierda del vestíbulo vemos unas agostas y desgastadas escaleras que nos conducen a otras estancias. Antes de subir, vemos una pequeña habitación, larga y estrecha en la que se ha situado la biblioteca del Templo. En la pared opuesta a la entra está un curioso relieve, apenas apreciable, de lo que algunos han identificado como un esquema de un zodiaco como el de Dendera y, otros, como un reloj solar (cuando los ptolomeos realizaron las ampliaciones en el Templo, el “reloj” quedaría tapado, tomando su testigo la estancia antes mecionada (ambos tienen la orientación correcta para tal fin), pero, como digo, es sólo una de las hipótesis al uso.

Osiris Vegetante

Subiendo las escaleras, llegamos a una estancia que se trataría de una capilla para venerar la imagen de Osiris vegetante. La habitación, como decimos está desnuda, y lo único que rompe la monotonía de las paredes son dos huecos, uno en la pared sur y otro en la oeste, y un tragaluz en la pared norte.



El Osiris que aquí se veneraba, y que hemos llamado Vegetante, se hacia en su condición de dios regenerador de la vegetación. Para ello, se realizaba un molde con la forma osiríaca, se rellenaba de tierra en al que se habían plantado semillas, que se regaban y cuidaba, A los pocos días, dichas semillas florecían, formando la figura de Osiris. De este modo se simbolizaba la resurrección la vuelta a la vida de Osiris, el renacimiento de la vida, al fin y al cabo, la resurrección de todo lo que puebla el mundo. Este Osiris vegetante se guardaba de año en año. Una vez transcurrido el año, se sacaba de su capilla y, marchito, se enterraba en lugar sagrado. Su lugar lo ocupaba una nueva forma, reverdecida y llena de vida.

Museo

Desde el descansillo de la escalera, a la derecha, salvando un par de escalones, alcanzamos la terraza del templo que ahora se encuentra cubierta y haciendo las veces de museo. También por comparación, pues no se ha hallado resto alguno, se ha llegado a la conclusión que en la terraza se situaría un quisco, en el cual se celebrarían los importantes ritos de año nuevo, del que eran partícipes todos los dioses que en Debod moraban. El desarrollo del rito, bien pudiera haberse desarrollado de la siguiente manera: En el día señalado, el sacerdote principal abriría la Naos y la capilla lateral, despertando a los dioses de su sueño, trasladándoles de su capilla de piedra a una más ligera de madera, para trasladarlos a la sala Uabet (La habitación pura), donde se vestiría, perfumarían, etc y se colocarían otra vez en sus capilla y éstas, a hombros de los sacerdotes se llevarían hasta la terraza. 

Una vez allí, siempre antes de la salida del sol, entre aspersiones y letanías se irían colocando en el llamado quiosco de la irradiación. Una vez que todos estaban colocados en el quiosco, que estaba cubierto, en el momento en que el sol (Ra) despuntaba, el quisco era descubierto para que Ra tocara con sus manos benefactoras a todos y cada uno de los dioses que a él se exponían. ¿Qué se conseguía con este ritual?... lo que se conseguía era la unión mística de Ra con cada uno de ellos. El astro rey les infundía vida y fuerza, regenerando así sus poderes y, por tanto, podían seguir, otro año más, ejerciendo sus funciones protectoras sobre la tierra negra. Una vez terminado el rito, volvían, cada dios, en procesión a sus correspondientes capillas.

En la actualidad, esta terraza está cubierta, hecho que, además de proteger al templo de las inclemencias del tiempo y la acción animal, ha permitido aprovechar el espacio para que los visitantes conozcan de forma interactiva más cosas sobre los avatares del templo. Una maqueta muestra los templos en su lugar original, para ayudarnos a situar los sitios espacialmente. Algunas piezas del templo, que allí se muestran y cuya situación original se desconoce, nos da una idea de la complejidad a la que se tuvieron que enfrentar los que los reconstruyeron. Completa el pequeño museo, un audio visual sobre la reconstrucción del templo y varios ordenadores con más datos sobre el Templo de Debod.

Mammisi

He dejado para lo último el Mammisi, ese anexo que nombramos al principio, y lo he dejado porque, personalmente es una de las estancias que más me gustan, más me impresionan, a pesar de su desnudez y por su significado: ¿Qué significa Mammisi? es una palabra de origen copto que quiere decir “Lugar de nacimiento”. Y eso es lo que es esta estancia, pues aquí se escenificaba el rito del nacimiento divino de Horus. ¿Y cómo sabemos que esta estancia es un Mammisi? De nuevo y debido a la falta de escritura o similar que nos de alguna pista, debemos buscar paralelos en otros lugares de la misma época y que estén identificados, como ocurre en Píale, donde ya sabemos que se adoraba a Isis, la madre por excelencia y a Horus niño. Dicha adoración llevaba implícito, necesariamente, el acto del nacimiento de Horus. Y este acto, importantísimo dentro de la vida egipcia, necesitaba de un lugar específico dentro del templo, el Mammisi. En Deir el Medina, tenemos un Mammisi perfectamente identificado y que tiene las mismas características que el de Debod: es una estancia anexa sobre el muro sur del templo. En la actualidad, en el interior del Mammisi encontramos la gola del segundo pilono y es una suerte porque podemos ver de cerca, pero no tocar aunque sea una gran tentación, el behedety y las inscripciones que lo adornan.



Después de salir al aire libre, con las retinas y las neuronas rebosando antiguo esplendor, ¿Qué tal un paseo alrededor del templo? Podremos ver algunos relieves realizados por caravaneros cuando el templo fue abandonado o las de Mahesa en la pared posterior del templo. Además podremos disfrutar, desde este privilegiado lugar, de unas vistas excepcionales de Madrid e irnos con la sensación de haber sido protagonistas de la historia, de una historia muy antigua.

Artículo: Olga Alvarez Herrero.

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