Novedades editoriales

17 de mayo de 2012

Tutankhamon


Nebjeperura Tutanjamón, más conocido como Tutankhamon, o Tutankamón, «imagen viva de Amón», fue un faraón perteneciente a la dinastía XVIII de Egipto, que reinó de 1336/5 a 1327/5 a. C.

Su nombre original, Tutanjatón, significa la "imagen viva de Atón", mientras que Tutanjamón significa la "imagen viva de Amón". Su nombre fue escrito habitualmente como Amón-tut-anj, debido a la costumbre de los escribas de poner el nombre del dios al principio de la frase para honrarle. Es posible que Tutanjamón sea el rey Nibhurrereya de las cartas de Amarna, y probablemente el monarca Ratotis, Ratos o Atoris, que reinó nueve años, según los posteriores epítomes de la obra de Manetón.

Tutanjamón no fue un faraón notable ni conocido en épocas antiguas; el tamaño relativamente pequeño de su tumba (KV62) fue la razón de que no fuera descubierta hasta el siglo XX. Howard Carter la encontró intacta en 1922. Su descubrimiento y los tesoros encontrados en ella tuvieron cobertura mundial en la prensa y renovaron el interés del público por el Antiguo Egipto, convirtiéndose la máscara funeraria del faraón en la imagen más popular.

Si bien formalmente se define que la Dinastía XVIII finaliza con el reinado de Horemheb, se puede afirmar con un alto grado de certeza de que el joven Tutankamón fue el último faraón de sangre real de la dinastía. Ascendió al trono después del periodo de Amarna y devolvió a los sacerdotes de Amón la influencia y el poder que habían tenido antes de la revolución religiosa y política de Ajenatón. Durante su corto reinado estuvo en manos de Ay y Horemheb, que se repartieron el poder: Ay administró Egipto y Horemheb manejó el ejército.

Su reinado se caracterizó por un retorno a la normalidad en el plano socio-religioso después del interludio protagonizado por su casi seguro tío Ajenatón. Dicho retorno fue paulatino, restaurando el culto en los templos abandonados de dioses como Amón, Osiris, Ptah, etc., y permitiendo la celebración de los ritos pertinentes.

En el plano artístico, los cánones inaugurados bajo la égida de Amarna seguirían fluyendo hasta fundirse con los patrones tradicionales del arte egipcio. En las imágenes oficiales, la imagen del joven rey sería enfatizada constantemente junto a su Gran Esposa Real conjugando la herencia visual de Amarna (las imágenes de intimidad familiar de la pareja real visibles en tronos, sillas, cofres, etc., encontrados en la tumba real) con el mensaje político oficial de continuidad de la dinastía, claramente visible por la profusión de imágenes de Anjesenamón.

Su principal aporte a la historia de la humanidad fue el hallazgo de su tumba casi intacta. Esto posibilitó sacar a la luz una cantidad apreciable de tesoros, utensilios, muebles, armas, etc., dando una oportunidad invaluable para la profundización del conocimiento sobre la civilización egipcia.

Sus orígenes son inciertos, ya que el final de la revolución religiosa conocida como Período de Amarna, implicó una suerte de maldición de la memoria sobre todo lo relacionado con el '"Rey Hereje Ajenatón". Así se han formulado varias hipótesis acerca de sus progenitores, algunas inducidas deliberadamente para legitimar su acceso al trono.

Los datos de su reinado son breves. Se sabe que fue coronado rey a la edad de ocho a diez años aproximadamente. De acuerdo con el egiptólogo James Allen, hacia el año 14 o 15 del reinado de Ajenatón, éste elevó al cargo de corregente a Nefernefruatón, de quién sabemos por los determinativos femeninos de los jeroglíficos inscriptos en su cartucho, que era una mujer. Primeramente se pensó que era Nefertiti, pero el hallazgo en 1973 de un ushebti para Nefertiti del año 12 aproximadamente del reinado de Ajenatón, hace suponer que Nefertiti falleció antes del ascenso de Nefernefruatón coincidiendo con la ausencia de imágenes de Nefertiti en eventos posteriores al año 12 del reinado de Ajenatón; por lo tanto, la enigmática persona nombrada Nefernefruatón muy probablemente una de sus hijas sobrevivientes: Meritatón.

De Ajenatón no se tienen rastros pasado el año 17 o 18 de su reinado, suponiendo entonces que murió para esa época, donde asciende al trono el o mejor dicho la corregente Nefernefruatón junto a un consorte, ignoto hasta el momento denominado Semenejkara. Dicho consorte reinaría por un lapso de tiempo no mayor a un año, dando lugar al ascenso posterior del joven príncipe Tutanjatón quien luego cambiaría su nombre a Tutanjamón. La unión matrimonial de Tutanjamón y Anjesenamón hacen suponer que la hija mayor sobreviviente de Ajenatón, Meritatón, con mucha probabilidad murió al mismo tiempo que su esposo, Semenejkara. De cualquier forma, el lapso de tiempo que va desde el deceso de Ajenatón y la entronización del príncipe Tutanjatón sea de solamente un año.

Heredó prácticamente la misma corte que el faraón herético, así podemos ver que en el cargo de Gran Visir se mantuvo Ay, padre de la La Gran Esposa Real de Ajenatón y abuelo de la esposa del nuevo faraón, la comandancia de los ejércitos estaba a cargo de Horemheb y el tesoro se encontraba bajo la supervisión de Maya.

El ascenso al trono fue legitimado, —de acuerdo con la costumbre de los antecesores de la Dinastía XVIII— desposando a la princesa Anjesenpaatón, única hija superviviente de Ajenatón y Nefertiti y portadora por tanto de la legitimidad real, que también cambió su nombre cuando se restauró el culto a Amón, pasando a llamarse Anjesenamón.

La imagen de la pareja fue exaltada repetidas veces, ya que en los hallazgos de su tumba aparecen múltiples imágenes de ambos según el estilo artístico de Amarna. Faltan referencias a su posible descendencia, aunque pudieron ser hijas suyas dos bebés cuyas momias se encontraron en la KV62.

Cuando ascendió al trono, se produjo la restauración de los antiguos cultos, intentando olvidar el interludio que significó la experiencia religiosa de Ajenatón. Por las fechas en que ocurrió esto y la escasa edad que tenía Tutanjamón, muchos estudiosos creen que el abandono del culto a Atón fue debido más a sus consejeros, sobre todo a Ay y Horemheb, que a una propia decisión del faraón.

Asimismo, se especula que el abandono de la capital de Ajenatón, Amarna, comenzó apenas Tutanjamón fue coronado. El arqueólogo Barry Kemp sostiene que el abandono de la ciudad no fue repentino, sino que paulatinamente fueron trasladándose las distintas dependencias estatales (como el tesoro, las residencias reales, los archivos reales, etc.). Posteriormente, durante la época del faraón Horemheb, la ciudad quedaría despoblada, y el golpe final sería dado por los reyes de la Dinastía XIX, quienes utilizarían las construcciones abandonadas como canteras para sus obras faraónicas.

No se conocen campañas militares llevadas a cabo durante el reinado de Tutanjamón (ni estelas ni papiros), lo que lleva a suponer que la situación interna de Egipto era demasiado delicada para emprender campañas militares contra las potencias rivales, sean hititas, mitanios, etc.

Su papel resultó ser mucho más importante de lo que en un principio pareció, y fue un gran constructor que se encargó de reparar los daños cometidos por Ajenatón sobre los templos egipcios. Así, no cabe sorprenderse ante el hecho de que la mayoría de los rostros de las estatuas de Amón de esta época sean los del propio Tutanjamón; esto es explicable desde el enfoque religioso, ya que se creía que el faraón tenía un origen divino y que era engendrado por el mismo dios. El rostro del faraón era la imagen viviente de Dios en la faz de la tierra. Precisamente, su nombre de nacimiento tiene una traducción cercana a ese significado.

Durante el cuarto año de su reinado el faraón trasladó la corte a Tebas y restableció no solo el culto a Amón sino también al resto del panteón egipcio, adoptando su nombre definitivo, Tut-anj-Amón, y publicó el Edicto de la restauración, proclamando sus acciones.

Este edicto fue grabado en una estela en el templo de Amón en Karnak, estela que actualmente se conserva en el museo de El Cairo. El texto fue luego usurpado por Horemheb, que eliminó el nombre de Tuntanjamón colocando el suyo, en una revancha iconoclasta para eliminar toda referencia a Amarna al colocarse él como directo sucesor de Amenhotep III: las listas reales de Abidos y Saqqara ignoran a Ajenatón, Semenejkara, Tutanjamón y Ay.

La restauración tenía una gran carga política. No sólo consistía en la vuelta al politeísmo, sino en la devolución del poder al Sumo sacerdote de Amón, contra el que se habían enfrentado Amenhotep III y Ajenatón (Amenhotep IV), ya que el templo de Amón había acaparado grandes riquezas y el control de extensas propiedades que antes eran de la corona.

Durante el reinado de Horembeb y sobre todo durante la siguiente dinastía, la XIX, se silenció sistemáticamente todo lo relacionado con Ajenatón y el periodo herético de Atón. Desde entonces en las listas reales de soberanos se pasaba de Amenhotep III a Horemheb, olvidando tanto a Ajenatón como a Tutanjamón y Ay.

No tuvo tiempo de construir grandes obras que permaneciesen para la posteridad, solo quedan la reconstrucción de los templos abandonados durante el reinado anterior, un nuevo templo a Amón construido al oeste de Tebas y algunas pinturas y relieves, así como el ajuar funerario. En lo referente al enfoque artístico, es aquí donde se visualiza claramente el cambio de tendencia política y su efecto sobre los cánones artísticos.

Murió c. 1327 a. C., a los 20 años de edad, tras reinar nueve años y sin haber podido consolidar su poder. Su prematura muerte dejó una cierta inestabilidad en Egipto, ya que era el último miembro varón de la dinastía XVIII.

A Tutanjamón le sucedió su consejero y Gran Visir (Chaty) Jeperjeperura Ay, el padre de Nefertiti, desposándo a la reina viuda Anjesenamón en un intento de darle legitimidad a su ascensión al trono. En términos familiares, Anjesenamón, al ser hija de Nefertiti, era nieta de su nuevo consorte quién acabaría reinando durante cuatro años. Durante este periodo Ay se ocupó del gobierno interior, mientras el general Horemheb, se ocupaba de recuperar el prestigio exterior bastante dañado durante los dos reinados anteriores, y fue posiblemente asociado al trono. Ambos nombramientos fueron apoyados por el clero de Amón, agradecido por los favores políticos recibidos.

Su tumba, KV62, fue encontrada en el Valle de los Reyes en 1922 por el británico Howard Carter, constituyendo uno de los descubrimientos arqueológicos con más publicidad de la historia de la egiptología debido a la gran riqueza arqueológica encontrada.

El relieve que posee Tutanjamón no se debe a los acontecimientos de su reinado, que fue breve e intrascendente comparado con el de otros grandes reyes como Tutmosis III o Ramsés II. La relevancia de Tutanjamón en nuestro tiempo se produce con el tardío descubrimiento de su tumba, que es hasta el momento la única tumba real encontrada con un ajuar funerario tan variado, numeroso, bien conservado y prácticamente intacto.

Cabe destacar que, si bien dicha tumba fue violada por saqueadores en la antigüedad, el contenido de la tumba fue restituido y se volvió a sellar. Tres mil años después, en 1922, la tumba fue encontrada por Howard Carter, en una expedición sufragada por Lord Carnavon. A su descubridor le llevó casi una década despejar e inventariar todo el material encontrado.

La riqueza arqueológica encontrada, junto con el excelente trabajo llevado a cabo por Howard Carter y su equipo, permitieron conocer muchos aspectos de la vida del Antiguo Egipto, desde los avances científicos y tecnológicos hasta los desarrollos artísticos plasmados en vasijas, cofres, juegos, armas, etc.

Curso on-line