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8 de julio de 2011

Los Ushebtis en el transcurso del Tiempo


Hay necrópolis egipcio-faraónicas en cuyas tumbas se han encontrado centenares de figuritas momiformes construidas con diversos materiales y denominadas «usabtis» y que son los objetos más importantes (junto con los escarabeos del corazón) del culto funerario del Egipto faraónico.

¿Qué significa esto? ¿Simplemente se trata de una «cuestión social»; es decir, un modo de distinguirse el rico y poderoso que se permite disponer de una legión de servidores en el «más allá», mientras el humilde y pobre no puede pagarse la confección de un usabti que trabaje y «responda» por él? Algo hay de eso.

De los conocimientos actuales sobre esta materia parece desprenderse que la función del usabti varió con el transcurso del tiempo a medida que variaron los conceptos religiosos y se fue complicando la teología faraónica. Al principio cabe que se tratara de una ofrenda votiva, una especie de «garantía» que asegurara la resurrección del difunto si nos guiamos por varios modelos que nos han llegado de la XII dinastía, en época de Amenenhet 111°, o incluso quizá antes, si la cronología fuese correcta y si fuese cierta la teoría de que el usabti perteneciente al escriba mayordomo «Dj3f» (Djaf), hijo de Mentuhotep, fue Mentuhotep 11° (2061/2010 a.C.) o Metuhotep 111° (2010/1918 a.C.) y que se conserva en el Museo de El Cairo, pudiendo entonces retrotraer la aparición de esa costumbre a la XI dinastía; es decir, al comienzo del Imperio Medio.

Más tarde, pero aún en el Imperio Medio, comienza a emplearse el uso del capítulo VI del Libro de los Muertos, empleando la frase genérica «para no trabajar en el otro mundo», con la que la función del usabti pasa, de ser un elemento garante de la resurrección del difunto, elevándole del mundo inferior a la contemplación de Ra, cuando asoma por el horizonte y sigue el camino del cielo hasta el ocaso, a ser un elemento neutralizador de la responsabilidad que tiene la momia, una vez «justificado» el difunto (es decir, superado el paso de la pesada del corazón o psicostasia sin encontrar en él iniquidad alguna) a trabajar en las tierras del otro mundo. De ahí que los usabtis más evolucionados, no los primeros, que carecen de extremidades superiores y manos que porten la azuela y el saco de grano, útiles imprescindibles para el trabajo en el campo, presentan estos útiles.

También es probable que ya en las últimas dinastías los usabtis se utilizaran más bien como una «vieja costumbre sentimental» de acompañamiento al difunto, pero sin una firme creencia y, sobre todo, definida respecto a su concreta función.

Respecto a la expresión usabti con que conocemos en la actualidad estas estatuillas, pudiera provenir del verbo egipcio «ws.b» (usheb = responder) y, con un origen más antiguo, «sh3w3b» (sha wab = madera) con la que eran fabricadas las primeras figuras funerarias esculpidas y colocadas en la tumba al objeto de «responder o contestar» en lugar del difunto, sustituyéndolo así, en los diversos trabajos agrícolas a que pudiese hacerse acreedor en la otra vida. A tal objeto, como ya hemos dicho más arriba, estas estatuillas portan en sus manos los instrumentos o útiles agrícolas necesarios; es decir, el azadilla, el cestillo o saco para transportar el grano, amén de otros útiles campesinos, incluido -como no- el látigo o bastón de los capataces cuando representaban a éstos.

Muchas de estas estatuillas son anepígrafas o, en todo caso, se encuentra simplemente grabado el nombre del difunto. En otros casos, y a partir de la época clásica, llevan grabado un texto mágico, consistente en una porción o síntesis del capítulo VI del Libro de los Muertos. Y, en virtud del encantamiento que porta, el usabti cobrará vida en el momento preciso de ser conminado a realizar el trabajo con el «otro mundo».

A lo largo del Imperio Medio la costumbre funeraria y religiosa fue colocar en la tumba un solo usabti por difunto o momia; es decir, un verdadero «doble» del «justificado». Más tarde se colocaron varios usabtis en la tumba lo cual, presumiblemente, indica que las ideas religiosas iban cambiando o evolucionando. Por último fueron muy numerosos los «servidores» que se colocaban junto al difunto y que, incluso, eran dirigidos por un capataz o «jefe de obreros», que se distingue en su función por tener grabado un látigo o un bastón.

Tal es el caso de los usabtis encontrados en la tumba de Tutankhamón, descubierta por H. Carter, bajo la economía del Lord Carnavon en 1922, en número de 417 y entre los que se encuentran los más bellos hallados jamás.

No hay más que decir que 14 de estos usabtis son de madera estucada y chapados en oro, llevando sobre su cabeza un peinado «nms» (nemes), un casco ceremonial azul o la peluca «3fnt» (afnet) Y llevando sobre la frente los emblemas reservados, al Horus «justificado», del buitre y la cobra. Signos del Norte y del Sur; es decir «las dos tierras».

Estos vigilantes o capataces (jefes de obreros) aparecen todos, fundamentalmente, bajo la XXI o XXII dinastías y desaparecen, para unos en la XXIII y para otros en la XXX, aunque hay quien afirma que dura esta costumbre hasta la época ptolemaica. De cualquier

modo la costumbre funeraria de la colocación de usabtis junto al féretro de la momia se ha constatado hasta la época ptolemaica.

De modo que, en su mayor parte, estas estatuillas representan trabajadores o servidores, también denominados «respondedores» (pues son quienes responden por el difunto de las obligaciones de éste, y lo sustituyen en las labores agrícolas que les puedan ser impuestas, conociéndose como ya se ha dicho, con el nombre de usabtis.

Dentro de los que portan leyendas, unos llevan nombres concretos de la momia y su oficio; sea el propio Horus (o Faraón), sean jefes de sol- dados, sacerdotes, primeros profetas de un determinado dios, nombres particulares, «señoras de la casa», etc.

Hasta la fecha hay clasificados, y debidamente estudiados, unos 2.000 usabtis, si bien es cierto que existen muchísimos más, a la espera de su clasificación museológica, sin contar con los que se encuentran en colecciones particulares (como, por ejemplo, la del autor).

Los primeros usabtis aparecen, como ya se ha dicho anteriormente, cerca del 1800 a.C., de tal suerte que puede decirse, a la luz de nuestros conocimientos actuales, que, efectivamente, los primeros usabtis elementales, momiformes y anepígrafos aparecen hacia la XII dinastía, y los egiptólogos los denominamos anepígrafos precisamente por carecer de la mínima inscripción jeroglífica.

Lo cierto es que la mayor parte de estos usabtis, que se encuentran en museos y colecciones particulares son de procedencia desconocida y tampoco, por su condición anepígrafa podemos conocer a su propietario, excepto de que se tratara de una tumba inviolada, y así ponerlo en relación con otros objetos identificables hallados en la misma.

En otros casos, y cuando disponen de inscripciones, estas pueden ser muy variadas tanto por sus caracteres escriturarios situación topográfica en la estatuilla como por su contenido. Tal es el caso del texto registrado por Petrie en 1912 y que cita Aubert y que es copia de estelas y estatuas contemporáneas, en un usabti de 13 cm. de altura, encontrado cerca de la pirámide de Hawara, construida por Amenemhat 1110 hacia 1800 a.C., y que dice:

«Ofrenda del horus a Osiris, Señor de "Djdw" (Busiris para que le conceda el servicio del pan y del vino al "k3" de la señora de la casa "Hnwt-Nfrt" (Genutnefret) justificada»

y otro de 24 cm. que tiene grabado el siguiente texto:

«Ofrenda del Horus a Osiris, Señor de "Rst3w" (es decir, la necrópolis donde se depositó la momia) para que conceda al jefe de la ciudad "Iwnfr" (Iunefer) elevarse del "Dw3t" (Duat, es decir el mundo inferior o mundo de los muertos), y contemplar a Ra, aquel que asoma por el horizonte».

Aunque no conocemos la fecha aproximada, Aubert se inclina por dar la de ese Horus, o poco después, dada la inscripción que describe la imagen de la resurrección y, por tanto, un concepto trascendente que no hubo en las primeras dinastías del Imperio Antiguo para la generalidad de los egipcios.

Otro tanto puede decirse del usabti de 11 cm. perteneciente al mayor- domo y escriba contable «Dj3f» (Djaf), un hijo de Mentuhotep y citado más arriba, que se encuentra en el Museo de El Cairo catalogado con el nº CG 47640.

O el usabti de piedra calcárea pintada de 24 cm. perteneciente al jefe de los guardias «Snbmw» (Seneb-mu) adosado a un pilar dorsal y sobre un zócalo rectangular, que también se encuentra en el Museo de El Cairo catalogado con el nº CG 48482, portando una inscripción vertical que dice:

«El bienaventurado cerca de Osiris, el jefe de los guardias, Snbmw».

Y en el zócalo, a 3 columnas, se lee:

«Ofrenda que hace el Horus al "abridor de caminos" (es decir, al dios perro de Asiut y de Abydos) el Señor de "T3djsr" (la necrópolis de Tadjeser), el dios grande, el Señor de Abydos, para que le conceda el servicio funerario y le de el agradable soplo de la vida».

De modo que, como puede verse, los usabtis epígrafos y sin contorno de extremidades superiores, pero con los más variados textos, son generalmente de piedra calcárea pintada, o de alabastro, algunos de diorita negra o de madera embetunada pero,

generalmente, todos ellos poco elaborados y, eso sí, con la concreta función de súplica resucitatoria. Eso explica lo innecesario de marcar sus extremidades superiores, ni sus manos. Su figura es exclusivamente osiríaca, elementalmente momiforme, porque su función es representar el «k3» del difunto y portar la esperanza en la resurrección, idea religiosa -como se ve- anterior a los griegos y modelo para la muy posterior religión cristiana que contiene un sinnúmero de préstamos puramente egipcios.

Vendrán, luego, en esta clasificación de urgencia, los usabtis más elaborados, con inscripciones todos ellos, con diversos ornamentos, con las manos esculpidas en relieve y el conjunto de la figura más bello y esbelto que los anepígrafos, habiendo sido todos los de las dinastías XII y XIII, descubiertos en el Alto Egipcio, proviniendo de la necrópolis de Abydos.

Así, por ejemplo, podemos describir el usabti de 22 cm. perteneciente a «Nn» (Nen) jefe de los tejedores, que se encuentra en Bruselas catalogado con el nº E-3384 y que, según la traducción de Yoyotte, dice:

«Bienaventurado cerca de Ptah-Sokar, el jefe de los tejedores Nn, justificado, junto a Sn3nkh (Senanj, su esposa) Señora bienaventurada».

Este usabti lleva el «3nkh» (anj) o signo de la vida, en la mano derecha y el cetro «w3s» (uas) como símbolo de prosperidad en la izq.

Y, por último, aquellos que podemos clasificar en un grupo por contener todos el capítulo VI del Libro de los Muertos donde, sintetizado, dice:

«... (se ponía el nombre del difunto)... dice: Este usabti de... realizará por su cuenta (o en sustitución de...) los

trabajos que se le ordenen (en el mundo inferior) como un hombre en su tarea para cultivar los campos, irrigar las riberas y transportar la arena del este hacia el Oeste. Así sea, diré».

La leyenda se grababa o pintaba (dependiendo del soporte sobre el que se escribiese) generalmente en la parte delantera del usabti y encerrada entre 7 y 9 líneas horizontales (lo más común) o a veces entre 5 y 10 (lo menos frecuente) en una o tres líneas verticales en el centro y a los lados del usabti y otras, a veces, con una línea vertical sobre el dorso de la figura.

Ejemplo de estos usabtis es el correspondiente al sacerdote, escriba de Ptah, «3khpt» (Ajpet), datado en el reinado del Horus «Wsm3r» (Usimare’) (Ramsés 11. 1290/1224 a.C.).

Concretamente en la XXI dinastía aparecen usabtis que yo denomino «distorsionantes» porque su actitud, lejos de ser osiriana, es viva, presentando su brazo derecho extendido a lo largo del cuerpo y el izquierdo cruzado sobre el pecho, cual es el caso del usabti de «P3dmn» (Padimen, padre divino de Amón) y de «Stmkhb» (Sefmejbe, sacerdotisa del templo), Y en contraposición al usabti del Horus Osorkon 11, en la XXII dinastía, que tiene, contrariamente, el brazo derecho recogido y el izquierdo extendido.

Pero no todos, ya que Montet descubrió en la necrópolis de Tanis y en la tumba de Psusenes 1, un sarcófago antropoide de plata, inviolado, conteniendo la momia del «Jefe de soldados, mayordomo del templo de "Khnsw" (Jonsu»>, «Wdjb3wndjd»

De modo que no puede darse, como regla general, que los usabtis tienen siempre una actitud osiriana; es decir, los brazos cruzados sobre el pecho, barba divina y peluca tripartita, a lo que habría de añadirse que, en contra de lo aparente, también parece que se hicieron usabtis anepígrafos en la época saíta, cual es el caso de estos tres de la XXVI dinastía (664/525).

La generalidad de los usabtis poseen una base cuadrangular sobre la que se apoya la figura, concluyendo el extremo podal de la misma de manera idéntica a los sarcófagos. Sin embargo conocemos uno del Museo Pincé donde perfectamente se aprecian los pies desnudos. Otro dato no menos importante es su actitud viva, lejos de la momiforme que presentan como característica todos los usabtis.

Conocemos el nombre de su dueño: «P3rmhb» (Paremgeb). La figura presenta una inscripción vertical entre los pliegues del delantal, como se aprecia en la fotografía (y cuya leyenda jeroglífica se muestra al pie) que, traducida, dice: «Todo esto que ha sido ofrecido a Osiris por Paremheb». De cintura para abajo, y alrededor de la figura, se encuentra grabado un extracto muy simplificado del capítulo VI del Libro de los Muertos, y que contrasta sorprendentemente con los detalles puntillistas de esta figura que perteneció a Turpín Crisé, quien la donó al museo en 1859, y que está catalogada como perteneciente a los comienzos de la XlX dinastía.

El autor de este trabajo conoce, además algunos usabtis con pies tallados, como el perteneciente al sacerdote «w3b» (Uab = puro) de Sekhmet, «Nkht» (Nejt) de piedra calcárea y que fue catalogado por Sotheby en diciembre de 1973 con el nº 37 (fig. 16) o los del Horus Osorkon II de la XXII dinastía o el Gran mayordomo de Khonsu jefe de soldados, «Wdjb3wjd» (Udjebaujed), o el desconocido «H3pw» (Gapu).

También se conocen algunos usabtis dobles y gigantes (el autor dispone de uno falsificado comprado en Aswan (Elefantina), Alto Egipto, en la 1.8 catarata) en el Louvre, Turín o El Cairo.

Algunos usabtis auténticos de la época ptolemaica presentan una factura exclusivamente griega y no deberíamos clasificarlos como tales, aunque son «servidores» de la momia ya que portan en sus manos un pequeño cofre.

En otras ocasiones rememoran la factura saítica, si bien en esa época ya no aparecen usabtis reales y sólo corresponden a altos o medianos cargos administrativos, sacerdotes o familias acomodadas. Estos usabtis, de loza vitrificada, salidos de los talleres del Bajo Egipto suelen disponer de un rostro helenizado y grabado en su cara frontal va un texto muy cursivo, en una columna limitada por dos líneas verticales, que comienza muy alta (desde la barba hasta el extremo podal) y cuya clasificación se hace difícil, aunque parecen ser datables a partir de la XXVI dinastía.

Cuando Belzoni y Breechy descubrieron la tumba de Seti I, en el Valle de los reyes, pudieron cerciorarse de que esparcidos en una cámara sin decorar y de 15 metros de longitud que se hallaba detrás de la cámara funeraria, se encontraban esparcidos por el suelo más de 800 usabtis de unos 30 cm. de altura, con los rasgos del Horus y grabada la siguiente admonición:

«Osiris, iluminador del Señor de las Dos Tierras, Men-Maatre el justificado, di: ¡Oh tú, usabti!, si el Osiris, hijo de Re, Seti el justificado, es llamado para hacer un trabajo en el mundo inferior como labrar los campos, regar las riberas o llevar la arena del este al oeste, para no traer calamidades cuando sea llamado, tú di: ¡Atiende, estoy aquí!»

Sabemos de las vicisitudes por las que han pasado muchas de estas estatuillas, algunas perdidas para siempre. Tal es el caso ocurrido en 1876, en que aparecieron en los mercados europeos de antigüedades muchos usabtis de Pinedjem 11.

El tráfico ilegal de objetos funerarios, entre ellos los usabtis, fue escandaloso durante el siglo XIX. Por citar uno de muchos ejemplos, sólo traeremos el de la escritora Amelia Edwars que en 1874 adquirió unos preciosos usabtis azules sacados de tumbas reales y que desconocemos a quien pertenecieron y cual fue su último destino conocido. O el que cita Romer: «Las señoritas Broncklehurst compraron la momia y el papiro por un precio escandaloso; y luego, al no poder soportar el olor de aquella, arrojaron al difunto al río (Nilo) antes de que terminara la semana».

Y otro tanto podemos decir de los usabtis de Amenhotep 11, aparecidos en 1881 en los mismos mercados, así como trozos de usabtis aparecidos rotos en los caminos que llevan a las tumbas del valle de los Reyes.

Por último destacar que en muchos de ellos, además de su dificultad de datación, entraña la sobreañadida de que no tenemos segura su autenticidad, o si, simplemente, se tratan de factura moderna, al aparecer en mercados de antigüedades. Algunos de estos, incluso se confeccionan en la actualidad para el turismo en el propio Egipto y su falsedad es palpable. Sin embargo hay ejemplares auténticos que tienden a confusión por presentar errores en algunos jeroglíficos, producidos por los artesanos que los construyeron y grabaron.

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