
Medio centenar de galenos, enfundados en bata blanca o a pecho descubierto, vigila las constantes vitales de la mayor colección de arte faraónico del planeta. "Trabajar aquí es una gran responsabilidad.Tenemos a nuestro cargo el cuidado de las 140.000 piezas que se exhiben en las salas y una cifra similar de objetos que llevan décadas en el almacén", explica Moamen Ozman, recién nombrado jefe del departamento de conservación del Museo Egipcio.
"Ésta es como mi casa. Conozco cada rincón del edificio y me gusta observar a diario el estado de las antigüedades", agrega mientras inspecciona el trabajo de sus subalternos. El personal se halla desperdigado por dos plantas que rara vez reciben la visita de un medio de comunicación.
Muy a su pesar, el laboratorio se ha acostumbrado a acaparar portadas desde que el pasado enero la denuncia de varios conservadores desvelara que la máscara dorada de Tutankamón había sido objeto de una chapucera restauración.
El apaño sucedió durante la renovación de la iluminación de la galería donde aún se exhibe. Los operarios tocaron la efigie -que pesa unos 11 kilos y está hecha de oro y piedras semipreciosas- y la barba trenzada se desprendió. Tras un primer y frustrado intento de fijar la pieza, varios miembros del departamento recurrieron a la resina epoxi, un adhesivo muy resistente e inapropiado que acabó dañando la joya. Los restos de la cola son todavía visibles en el mentón del faraón niño.

El percance y el revuelo mediático han servido de escarmiento e impuesto cierta precaución en la alborotada legión de conservadores. "El momento en el que nuestras manos entran en contacto con una pieza que ha sobrevivido miles de años es un instante histórico. Hay que ser profesionales y tomarse el tiempo que sea necesario para evaluar el objeto y saber cómo se debe intervenir", asevera el nuevo jefe, que trata de inculcar la máxima entre su parroquia.
La maltratada máscara -uno de los 5.398 objetos hallados por Howard Carter en la tumba de Tutankamón en 1922- pasará pronto por quirófano. El Gobierno alemán ha anunciado esta semana que aportará 50.000 euros para reparar la obra. En mayo las autoridades egipcias establecieron una comisión que ha analizado los desperfectos y adquirieron un equipo especial de rayos X para comprobar la salud del paciente.

"Un error como aquel no significa que los cometamos a diario.Confío en mi equipo y estoy dispuesto a que este lugar recupere el prestigio", declara Ozman, consciente de los desafíos de un museo lastrado por décadas de abandono y opacidad. "Tenemos", admite, "problemas serios de financiación pero lo estamos haciendo lo mejor que podemos. Es evidente que hay que mejorar la formación y la especialización de los conservadores. Y, por supuesto, debemos acostumbrarnos a la transparencia. Si uno se equivoca, se confiesa y no se oculta".
La nueva filosofía ha empezado a calar en empleados como el joven Islam Ezzat, graduado en química física y encargado de aplicar la nanotecnología a la conservación de las antigüedades. "Los responsables de la restauración de la máscara no eran profesionales. Tenían experiencia manual pero carecían de conocimiento científico. Cuando se aplican las reglas científicas, no hay posibilidad de errores así", replica junto a las unidades de humidificación y estabilización que gestiona.

En las mesas contiguas, sus compañeros limpian viejos sarcófagos con rudimentarios pinceles; reparan los pedestales de estatuas de granito; aplican alcohol sobre esculturas de piedra caliza o buscan fragmentos de un ataúd hecho jirones. "Al mes limpiamos y restauramos varias decenas de artefactos. En estos momentos estamos centrados en un fresco con la leyenda de Edipo descubierto en un yacimiento del sur de Egipto y en un sarcófago de la dinastía XXI que se encuentra en muy mal estado y que hallamos en el almacén del museo sin catalogar. La madera está completamente deformada", detalla el responsable del departamento, baqueteado en talleres de restauración de Francia e Italia.
En los últimos años, su misión ha sido, además, curar las piezas que resultaron dañadas durante el ataque que sufrió el museo el 28 de enero de 2011 en mitad de las revueltas que destronaron a Hosni Mubarak. Aquella noche, poco después de que la policía huyera en desbandada tras una jornada sangrienta que segó varias decenas de vidas, los saqueadores asaltaron el centro y medio centenar de piezas desapareció de las vitrinas. Una veintena de aquellas joyas fueron encontradas en el jardín del recinto o rescatadas de la basura. "Casi hemos completado ese trabajo. Desgraciadamente, en algunos casos no ha sido posible concluir la restauración porque no hemos logrado hallar los fragmentos que faltan".
Hasta ahora, la "clínica" que ausculta el legado faraónico ha vivido instalada plácidamente en el oscurantismo. La colección -que se expone sin leyenda o con anotaciones a máquina escritas aleatoriamente en árabe, inglés o francés- carece de un catálogo al alcance del público en internet. "Una de las principales lagunas de este laboratorio es la documentación", confiesa Ozman. "Hay que dejar constancia de todo el proceso de conservación. En 2008, se comenzó a documentar con una aplicación informática, pero por alguna razón a los dos años se dejó de hacer". Por primera vez en el último lustro, el equipo ha recuperado la práctica de levantar acta por escrito de la metodología, los materiales empleados, las fechas de la intervención y sus autores.
Una nueva generación de restauradores
"Tenemos a una nueva generación de restauradores con una mentalidad diferente. Uno de los retos es ir más allá del trabajo manual e impulsar las investigaciones científicas y la publicación de sus resultados. Hoy las firman mayoritariamente investigadores extranjeros cuando somos nosotros quienes tenemos el patrimonio", subraya el director.

La académica, que imparte clases en varias universidades locales, suele acudir al museo una vez a la semana a la caza de diminutos retales de papiro. "Busco fragmentos de un papiro del siglo II d.C. procedente de un pueblo de Al Fayum (una provincia a unos 100 kilómetros al sur de El Cairo). Por pequeño que resulte el trozo que falta, dos o tres palabras pueden ser fundamentales", comenta sin separarse del escáner donde copia los hallazgos. "El rollo", añade, "contiene una comedia griega escrita en el 300 a.C. y que aún se leía en el siglo II d.C. Aquella era una sociedad multicultural".
El puzzle, que trata de desentrañar escarbando en una colección de papiros devuelta en 1952 por la Universidad estadounidense de Michigan, parece una labor tan interminable como descubrir los secretos que custodia el museo. "Los papiros están diseminados por 1472 sobres. Desde 2010 he abierto unos 170 envoltorios. Nadie sabe qué sorpresas se esconden en su interior".
Artículo: Francisco Carrión.