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19 de julio de 2015

¿Qué le pasó a la nariz de la Esfinge?


Grandiosa, enigmática, casi mística, milenaria. Es, probablemente uno de los monumentos más reconocidos del mundo, uno de los iconos representativos del poder y la cultura de la antigua civilización egipcia, cuna y tumba de faraones. Es irónico entonces, que la Gran Esfinge de Giza sea también una de las obras arquitectónicas menos comprendidas, a pesar de que los cientificos no han sido frugales en sus investigaciones. Al contrario de lo que sucede con las pirámides vecinas, no sabemos a ciencia cierta quién fue el creador de la Esfinge, a quién está dedicada o exactamente cuando fue construida, aunque no faltan teorías. Más aún, y metiéndonos en el tema que nos concierne, en algún momento de su larga historia, la Esfinge perdió la nariz y, aunque sobran versiones y rumores, en este caso sí tenemos indicios de lo que realmente pasó.

La autoría del monolito más grande del mundo, aunque incierta, está repartida entre dos faraones del Imperio Antiguo, en un periodo de tiempo muy cercano o el mismo en el que se construyó la segunda de las pirámides, durante el reinado del Faraón Kefrén, hace unos 4.500 años. La primera hipótesis sugiere que fue en tiempos del mismo Kefrén cuando se construyó la Esfinge, y se basa en la similitud de estilos arquitectónicos entre este monumento, el complejo funerario que rodea a la segunda pirámide, la calzada y el Templo del Valle que también forma parte del conjunto construído por Kefrén. La cara humana sobre cuerpo de león representaría a Kefrén o a su padre, Khufu (Keops). En la Estela del Sueño, una piedra tallada un milenio después por el Faraón Tutmoses IV, aparentemente se adjudica la autoría de la Esfinge a Kefrén, pero la evidencia no es concluyente, pues partes del texto se perdieron durante una re-excavación en 1925.

No todos están de acuerdo, por supuesto. Dos de los primeros e ilustres egiptólogos del siglo XIX,Auguste Mariette y Gastón Maspero, creían que la Esfinge ya existiría en tiempos de Khufu(padre de Kefrén), basándose en pasajes escritos en sendas estelas desenterradas por los arqueólogos. Más recientemente, el egiptólogo alemán Rainer Stadelmann y el geólogo inglés Colin Reader apoyaron la hipótesis de los franceses, justificando sus conclusiones en estudios iconográficos y de las canteras alrededor de la calzada que lleva a la Esfinge respectivamente. Otras posibles explicaciones descansan en explicaciones menos plausibles, como la orientación astronómica del monolito, que apuntaría a una antigüedad de hasta 12.000 años, o la teoría del desgaste climático, que propone una edad de al menos seis milenios. Obviamente, no hay un consenso sobre la antigüedad ni la identidad del constructor. En el caso del destino de la nariz, tampoco lo hay, pero al menos la evidencia es un poco más creíble.


Una creencia muy popular achaca la pérdida de la nariz a las tropas napoleónicas, que supuestamente utilizaron a la Esfinge como blanco para prácticas de artillería y de un cañonazo la dejaron chata. Aparte de la poco creíble circunstancia de que Napoleón, admirador de la cultura egipcia, hubiese permitido tal hecho, hay pruebas de que cuando el general corso llegó a Egipto en 1798, la Esfinge ya no tenía nariz.

Esta evidencia la encontramos en dibujos realizados por el arquitecto danés Frederick Lewis Norden en 1737, que muestran a la Esfinge ya roma. Es verdad que el mismo año, el inglés Richard Pococke también hizo dibujos de la Esfinge, en este caso con la nariz puesta, pero es más creíble que Pococke haya ejercitado su licencia artística para mostrar el monumento en su estado original que Norden se hubiese inventado la ausencia del órgano olfatorio. La clave del misterio está en un documento del historiador árabe del siglo XV Muhammad al-Husayni Taqi al-Din al-Maqrizi, que en su libroal-Mawa.

tibar fi dhikr al-khitat wa al-athar, cuenta que la nariz y las orejas fueron destruidas en 1378 por el líder sufi Sa’im al-dahr, quien se sintió ofendido por la devoción de los egipcios al monumento y quiso “remediar un error religioso”. No se me escapa una similitud con la práctica actual de los integristas islámicos de destruir símbolos religiosos que no pertenezcan al culto de Alá. Por su crimen, Sa’im al-dah fue acusado de vandalismo y ejecutado, pero el daño ya estaba hecho. Por cierto, debo añadir que la barbilla encontrada bajo la cabeza de la esfinge, actualmente en elMuseo Británico en Londres, aparentemente fue añadida después de la construcción del monumento principal, pues no se aprecian las muestras de daño en la quijada que se esperaría encontrar si hubiese sido parte de la construcción original.

Quién ideó y construyó la Esfinge y cómo fue a quedarse sin nariz son detalles de la historia, temas de debate para los expertos y aficionados de la Egiptología. La controversia continúa y continuará durante mucho tiempo, hasta que se encuentre evidencia fehaciente, y probablemente aún después, pues ya sabemos que para algunos no hay evidencia que cuente. A mi parecer, lo más importante es que aún podemos admirar y estudiar este magnífico monumento milenario, al menos mientras los criminales del Daesh no le puedan echar mano. No sería la primera vez que fanáticos religiosos destruyan un tesoro histórico y arqueológico, pero la próxima vez dudo que se detengan en la nariz.

Artículo: Un Surco en la Sombra.

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