No contento con sus logros empresariales en el mundo de la hostelería, hace ya veinte años convirtió su pasión por la civilización egipcia en dos entes repletos de actividad y de sugerentes iniciativas que tienen ya un buen número de seguidores y visitantes: la Fundación Arquelógica Clos y el Museu Egipci de Barcelona. Ahora, reúne algunas de sus experiencias en este apasionante relato que se lee de un tirón.
P.- Lo suyo con la vida ha sido un pulso.
R.- Pues sí, porque fui concebido cuando mi padre regresó a casa después de diez años de estar encarcelado por motivos políticos, ya que era republicano y de izquierdas. En 1949 fue puesto en libertad y en 1950 nací yo, en el humilde barrio del Raval barcelonés, concretamente en la calle León. Curiosamente el gran escritor Terenci Moix, otro enamorado de la egiptología, vivía en la calle de al lado. Apenas pude conocer a mi padre, ya que murió cuando yo contaba tres años.
P.- La enfermedad forjó su carácter.
R.- Al cumplir los dos años me diagnosticaron una pioliomelitis en un grado muy severo, que me afectó incluso al diafragma, de manera que tuve que estar metido en un 'pulmón de acero' hasta que cumplí los cuatro años. Después empecé a mejorar gracias al tesón y los cuidados de mi madre, que recorrió todos los médicos y curanderos que tenía a su alcance y me aplicaba todos los métodos tradicionales y alternativos, basados en una alimentación especial y unos masajes diarios que ella misma me daba para estimular mis músculos. A los seis años ya podía andar y jugar en la calle, como otro niño más, con el único recuerdo de una ligera cojera que me ha acompañado siempre. Eso ha provocado que desde muy pequeño haya tenido interiorizado el espíritu de lucha y el afán de superación.
P.-Su trayectoria tiene episodios que servirían para un buen guión de cine.
R.- Siempre me he considerado un hombre afortunado y ese primer golpe de suerte lo tuve a los nueve años, cuando mi hermana mayor se casó con un caballero de la aristocracia catalana al que le caí en gracia y que decidió apadrinarme. Gracias a él pude cambiarme de colegio y tener una buena educación, además de viajar a las principales capitales europeas. Eso contribuyó a desarrollar mi sensibilidad y mi curiosidad por el arte y la cultura ya que mi cuñado, Ramón de Dalmases, era un hombre muy refinado y me llevó a conocer los mejores museos del mundo. Aprendí a desenvolverme en sociedad, tan pronto nos íbamos a Venecia y nos alojábamos en el Danieli como me llevaba a visitar el Louvre y nos quedábamos unos días en el Ritz de París.
P.-Y a los doce años descubre el fascinante mundo egipcio.
R.- En el colegio nos encargaron un trabajo sobre Historia Antigua y yo elegí Egipto. Para meterme en harina me leí dos libros, Dioses, tumbas y sabios ySinuhé el Egipcio y caí totalmente fascinado por el tema. Empecé a ir a la Biblioteca Central a buscar documentación y cada vez estaba más atrapado por esa cultura tan fascinante. Hasta que un día, en el Mercado de San Antonio, me encontré con toda una colección entera de algún egiptólogo desconocido que contenía libros franceses e ingleses, mapas, fotografías de viajes a Egipto y hasta una gramática para descifrar jeroglíficos. Me propuse comprarle la colección y se la fui pagando a plazos a la vendedora, de modo que en seis meses ya era mía en su totalidad.
P.-Y de ahí a la adquisición de la primera pieza.
R.- A los 19 años viajé por primera vez a Egipto y compré mi primera pieza, un Usepti de terracota del Imperio Medio, con 3000 años de antigüedad. Recuerdo ese emocionante momento como si fuera ayer, dormí abrazado a ella toda la noche. Hoy está expuesta en el Museu Egipci de Barcelona y lleva el número 1 del inventario. Para mí siempre será una pieza especial.
P.-¿Por qué se hizo egiptólogo?
R.- Porque el estudio de esa cultura y civilización conecta conmigo de una forma muy íntima y muy cercana, a causa de las raíces mediterráneas que se plasman muy claramente en una organización social en la que los valores familiares tienen un gran arraigo. Además, profundizar en la trayectoria del mundo egipcio permite asistir al desarrollo, florecimiento, esplendor, decadencia y desaparición de una sociedad y una cultura, y eso ayuda a entender situaciones reales y contemporáneas como la tremenda crisis económica y de valores que estamos sufriendo.
P.-¿Qué admira de los egipcios?
R.-Su refinamiento intelectual y estético, que puede apreciarse en un elaborado sistema fiscal y jurídico, en sus conocimientos de medicina y salud, y en su amor por la belleza y la sofisticación. Eran gente muy preparada y con una gran sensibilidad. Son una verdadera escuela de vida.
P.- ¿Qué personaje histórico le parece más interesante?
R.- Sin duda, Akenatón, padre de Tutankhamon. Fue el primer socialista de la historia, e impulsó transformaciones radicales en la sociedad, entre otras reconocer la libertad de los ciudadanos, así como los derechos de las mujeres y promover su educación. Además, fue el primer reformador religioso del que se tiene registro histórico. Y ese fue el motivo de su derrocamiento.
P.-En su libro afirma y explica que el Museu Egipci, que fundó en 1994, no recibe subvención alguna. ¿Es una queja o un motivo de orgullo?
R.- Naturalmente se trata de un hecho del que me siento muy orgulloso. En España estamos acostumbrados a la enfermedad de la subvención, y no queremos darnos cuenta de que se puede crear economía cultural autofinanciada. La cultura ha de entenderse desde una perspectiva empresarial y ha de estar en manos de buenos gestores, para generar recursos propios. En nuestro museo hacemos actividades continuamente (cursos, conferencias, clases de cocina egipcia, viajes, expediciones, etc) y tenemos una excelente acogida.
P.-Es usted un consumado viajero. ¿El viaje ha de tener un componente de aventura para interesarle?
R.- Sí, yo distingo entre las escapadas cortas que realizo a capitales para visitar alguna exposición o los viajes largos, que preparo concienzudamente y que para mí han de tener un componente de aventura y de descubrimiento.Lo que más me estimula es el factor humano, me gusta conocer a la gente y vivir de cerca su cultura y sus costumbres. África es un continente que me fascina, aunque cada vez cuesta más encontrar poblados vírgenes. En cuanto aparece un niño con una camiseta del Barça sabes que allí ha llegado la civilización, con todo lo malo y lo bueno que eso aporta.
P.-¿El episodio más heroico que ha vivido en sus carnes durante un viaje?
R.- Beber sangre recién extraída de una vaca en el poblado de los hamer, en África. Me la ofrecieron como símbolo de hospitalidad y no pude rechazarla.
P.-¿Y el que más huella le ha dejado?
R.-Muchísimos, pero destacaría la batalla donga que presencié en Etiopía. Creo que es la experiencia más increíble que he vivido nunca.
Artículo: El Cultural.